Estamos de enhorabuena. La comparsa ha regresado a Cádiz y Cádiz ha regresado a la comparsa. La modalidad que más pasiones levanta y que conquista escenarios más allá de Cortadura, vuelve a ser más que nunca de los gaditanos. Tras un naufragio entre extrañas melodías y temáticas generalistas que hacían valer un concepto quizás demasiado aperturista del Carnaval de Cádiz, sus autores han vuelto a buscar sus musas de Cortadura para adentro.
No lanzemos campanas al vuelo ante un resurgir patriótico más necesario que nunca y que saca a relucir una cierta preocupación entre quienes sostienen nuestra tradición. Quizás es un sentimiento de culpa ante un Concurso de agrupaciones donde uno de cada tres participantes es de fuera de Cádiz o quizás, el temor a una pérdida irreparable de lo que hace diferente a esta fiesta. Hace algunos años, me decía un conocido autor que si seguíamos por este camino, en unos años cualquier cantaautor ajeno a esta fiesta podría aspirar a ganar en la modalidad de comparsas. Reivindicaba la esencia, pero no en el sentido más clásico, sino en el puramente emocional.
La búsqueda es, sin duda, un motor necesario para la evolución de la comparsa, pero también lo es la superviviencia de lo más nuestro, de lo que nos rodea y de nuestras raíces. El que venga de fuera podrá copiar nuestras letras, incluso nuestra gracia y nuestra música, pero será difícil que encuentren el ingenio, la ironía, el soniquete o la irreverencia que se aprende en las calles de Cádiz y que forma parte del día a día «de la gente de aquí».
Así lo reivindica Juan Carlos Aragón en una afortunada y Gaditaníssima comparsa; lo lleva por bandera el mágico pasodoble ‘Carníval’ de Antonio Martínez Ares, lo alumbra La Luz de Cádiz de Quique Remolino, lo grita OzBDC de Germán García en un mensaje que simplifica Fran Quintana en la sencillez de sus Buscadores. Cada uno desde ópticas distintas pero con un mismo fin: Cádiz. Bienvenida sea la comparsa.