BASADO EN UN HECHO REAL

Paco Leal, un Carnaval que se ha pasado de fecha

Por  2:58 h.
Paco Leal, un Carnaval que se ha pasado de fecha

 

Hay un Carnaval con todas las de la ley y hay otro forajido. A este último, pertenece de pleno derecho Paco Leal, atrincherado hoy detrás de la barra de La Perola, atesorando golpes de ingenio interminables y rememorando aún aquella transición democrática que no sólo fue política sino que tuvo mucho que ver con las costumbres: «Yo veía a los del colectivo Jaramago y veía reírse a José Andrés Mateos y me decía, ¡cómo se ríen estos niños, qué libres son!».

Lo mismo que en literatura hay quien sueña con un Premio Nóbel, hay quien escribe versos simplemente para enamorar. Lo mismo ocurre en el Carnaval y eso lo sabe bien Paco Leal, que fue poeta antes que fraile y publicó sus versos en la colección ‘Viento Sur’, que dirigía en los balbuceos de la democracia Pedro Luis Cabrales, desde Copitecno, la industria impresora que abrió en la calle Cánovas del Castillo.

El jugó en las grandes ligas: el año del golpe, presentó a concurso con Felipe Campuzano ‘Alibabá y los once fenicios’, pero dio el campanazo al año siguiente, el del cambio, en 1982, con ‘Los cruzados mágicos’, que fletó junto a su célebre cómplice Paco Rosado. Sin embargo, él ya había chupado calle desde los primeros carnavales. En el 78, sin ir más lejos, se paseaba por la ciudad a la usanza del papa Clemente, del Palmar de Troya: «Después de tantos años de represión, teníamos ganas de meternos con la Iglesia y lo del Palmar nos daba una oportunidad cojonuda», rememora ahora mientras hilvana chistes sin fin en la barra del Cambalache, junto a Hassan, inasequible al desaliento pero que este año no sacará romancero porque tiene una hernia discal de mil pares de narices.

Por entonces, a las chirigotas ilegales se les denominaba piadosamente como familiares, aunque malditos los lazos consanguíneos que unieran a los componentes de las mismas. Más allá del Falla y en especial tras el cajonazo de ‘Los Cubatas’, que desinfló al más pintado, Paco Leal se apuntó a la guerrilla callejera como un Empecinado capaz de derrocar por sí solo la invasión francesa del comercialismo a ultranza que iba adueñándose de la fiesta.

Pero quizá su mayor invención fue la del Carnaval Chiquito, pasado de fecha como los yogures, allá por 1987, un año como los últimos, en los que llovía más que el día que enterraron a Bigote. Su chirigota y la de José Manuel Gómez, alias ‘El Gómez’, se cansaron de esperar las canales y decidieron salir a la calle al domingo siguiente del domingo de Piñata con una pancarta que rezaba ‘Carnaval Chiquito, pa los más jartibles’, con el que recorrieron las calles desde San Antonio a la puerta de Correos en la plaza de las Flores. Claro que en aquel motín también participaron Emilio y Paco Rosado o Erasmo Ubera.

«Lo mejor de esto es que se demuestra que el pueblo se organiza solo», declaró Leal muchos años después, cuando se posicionó en contra de que alguna que otra peña o institución quisieran reivindicar la patente de aquella movilización espontánea de carnavaleros exiliados del almanaque. Ahora que tanto purista se echa las manos a la cabeza y reclama cristianamente que los carnavales no se salgan del redil de la Cuaresma y que mucho menos tengan su eco en el verano de los turistas, cabría recordar aquella frase de Paco Leal. Y avisar de que el día menos pensado a través del Tuenti, del Twitter o de Facebook, sin que hagan falta El Gómez ni Paco Leal, el carnaval de los jartibles invade el resto del año y cualquier día se echa a la calle una chirigota para cantarle como saetas su popurrí al Nazareno.