El amor imposible de P

Penélope sale esta noche en un romancero para declararse en verso y dibujitos a su amor platónico de Cádiz

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Ella,
acostumbrada a tomar el aperitivo en el Ritz y a los bombones de
Febrero Roché en hoteles de cinco estrellas, y allí, sentada en una
esquina, aguantando además que le guiñara un ojo un celador de bata
blanca con menos carne que una plantación de brocolis y que el muy
guarro no paraba de rascarse los perodáctilos.

«Ey,
P, despierta». Intentémoslo otra vez. Tú estas en la calle Nueva,
esquina con San Juan de Dios, y se te acercan dos tías con cara de
almendras marconas. Tú dices: «¿Quiere un numerito?», pero así, con
cara de asco, cómo si estuvieras deseando que te dijeran algo para
mandarlas a la sección de Loza y Cristal de Hipercor.

«Que
no gafa, que no, que no me sale. ¿Tú crees que yo tengo cara de lotera
clandestina, Woody? Tú no le podía haber dao el papel a Loles León,
calvo, que se te está poniendo cara de Miliki de tanto tocar el
saxofón. Yo no quiero ningún papel. Woody, yo sólo quiero…yo sólo
quiero…Oh, por favor, llevame a misa de ocho a Capuchino. Quiero
verle otra vez, Woody, quiero verle levantando la copa y
diciendo…daos fraternalmente la paz, abriendo sus brazos mejor que el
campeón mundial de gimnasia en la modalidad de salto con potro».

P
no lo había olvidado. En su cabeza seguía grabado el momento en que el
cura de la Palma la había salvado de darse un jardazo con el escaparate
de Eutimio. Tenía grabado el momento, cómo la levantó: «Creí que había
vuelto a hacer la Primera Comunión y él me ayudaba a subir los
escalones para leer la primera lectura. Oh Woody, tan solo fui capaz de
decirle muy suavito…gracias. y debería de haberle gritado hagase en
mí según tú palabra».

«Woody yo lo dejo todo.
Que le den el Oscar a Mery la del Strip…yo prefiero que él me dé la
comunión. No sé…seré monaguilla, la primera monaguilla de la iglesia
de la Palma». «Oh, Penélope, pero si ya te ha dicho que él está casado
con Dios…». «No me importa, Woody lo haré polímgamo, o como se llame
eso. Woody o me das una solución o va a hacer de lotera clandestina
Scarlet Hojanson, que tiene nombre de milhoja».

Woody
se tocó la nariz como si fuera la versión senior de Viky el vikingo.
Sacó su agenda electrónica y pulsó un número. ¿Es la consulta de
Salvador Fernández Miró?…Está almorzando…un momentito que lo llamo.
¿Me dice de parte de quién? Sí, dígale que soy Woody Allen….¡Woody!
¡Salvador! ¡Quillo no me diga que otra vez se ta metio una espina de
lenguao en la muela! (Woody Allen y Salvador Fernández Miró se
conocieron en Helsinki. Woody estaba en una cena de gala y se le clavó
una espina de lenguao menier. Se puso muy nervioso y preguntaron si
había algún dentista en la sala. Salvador, que estaba en un congreso de
empastes acudió a la llamada y le sacó la espina al calvo con mucha
habilidad. Desde entonces tienen una gran amistad). «No Salvadó no
tengo ninguna espina clavá, ya na más que como cazón, que con el hueso
tengo menos riesgos. Mira hombre es que tengo un problema. ¿Tú conoce a
Penélope Cru?»…. «Penélope…a esa le hacía yo…una endodoncia,
plan, plan». «Déjate pamplina, Salvado. Mira… ¿tú tiene a alguien pa
que te aguante el palo del cartel en el romancero?».

«No,
la verdad, Woody. Se lo había pedido a Vicente Sánchez pero me ha dicho
que tiene que aguantar el pendón. Tengo el puesto vacante». «Po mira,
que te lo aguante Penélope y yo, a cambio, te doy un papelito de
vendedor de barquillos en la película de los barberos de la calle
Nueva».

«P. Todo solucionado, le declararás tu amor al cura de la Palma, en verso, como si fueras San Teresa de Jesús».

El
Teatro Falla estaba lleno. Al escenario salió Salvador vestío de sotana
negra y con dos palmas en las espalda como si fueran alas divinas con
dátiles y tó. Detrás de él, una tía vestía de lotera clandestina que
nadie conocía. La gente aplaudió. Ella tosió, tomo aire y dio dos
golpes contra el cartel. Salvadó, en bajito, sin que nadie se diera
cuenta le dijo: «Dale un poquito más fuerte chochete, como si fuera un
repartidor de bombona, hija». «Plam, plam, plam». P dio tres palazos
que hubiera roto la madera en dos, sino fuera porque estaba garantizada
por la calidad de Maderas Polanco (son diez mil).

Salvador
sacó vozarrón y comenzó: «Les voy a ustedes a contá la historia de una
bella oscarizá, que la pobre mía se fue a enamorá de un hombre con
sotana». Plam, plam. «Dicen que por el está loquita desde que la libró,
valiente, de una caía de boca y que a P se le hubiera quedao la cara
como una batería de misiles meroka». «Desde entonces la bella actriz
tiene su corazón ocupado y quiere casarse con él, aunque a Dios esté
entregado. Yo te quiero, hombre que me salvaste del jardazo. Yo te
quiero, y quiero verte conmigo casado…casado, sí, y que la boda se
celebre en la misma furgoneta que llevaron al Resucitado».