Cuatro cubitos de playa

Los vi el domingo. Era poco después de comer. Reconozco que a esa hora soy especialmente feliz. Estaban a pocos pasos de la iglesia de San Lorenzo. Ellos 4, solos, rodeados de un montón de gente en po

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Los vi el domingo. Era poco después de comer. Reconozco que a esa hora soy especialmente feliz. Estaban a pocos pasos de la iglesia de San Lorenzo. Ellos 4, solos, rodeados de un montón de gente en posición de preparados para reirse.
Iban de negro. Eran dos maromos y dos maromas, mediana edad. Los cuatro con gafas de diseño, de esas de la parte cara de la óptica Iglesias y en la cabeza un cubito de los que utilizaban los niños para hacer castillitos en la playa. Creo recordar que los cuatro, los cubos, eran rojos, uy, perdón, rojos, no, encarnados. A veces me olvido de que esta es una ciudad de orden.
Cantaron una especie de sevillana zarrapastrosa cuyo principal argumento era la belleza intrínseca de la Caleta, redundando en el sin parangón de sus mojarras, la elegancia de los róbalos y el no menos atractivo garbo de los cangrejos moros paseando por las rocas…gran cachondeo y eso que no glosaron las perfectas proporciones del faro del castillo de San Sebastián. Por cierto, admito apuestas, para ver cuánto tarda en formarse una plataforma en contra de que lo tiren…atención a la jugada. Lo cierto es que entre pamplina y pamplina de los cuatro gafas del cubo en la cabeza, lo bueno que está el vino de Chiclana, lo bueno que está el pescao frito puesto en cartucho y las ganas que teníamos tos de cachondeo, no parabamos de reirnos.
Es el Carnaval sin tablaos,  sin carteles anunciadores, ni subvenciones, el que no se olvida. Tan sólo una cosa me hace más ilusión y es que el domingo actúa en Cádiz Fofito…iré a verlo con un cubo de playa de color encarnado puesto en el coco. Cantemos todos: Lunes antes de almorzar, una niña fue a jugar.