Del cuarteto al coro, pasando a la chirigota, a la que regresa porque le toca. José Manuel Valdés ha dejado su sello en todas las agrupaciones por las que ha pasado. Ahora, abre el armario para repasar una trayectoria llamativa pese a su juventud.
-Confiese. Guarda los tipos en un trastero ¿El Carnaval es un trasto durante once meses y un juguete en el restante?
-Es verdad, los guardo en un trastero. Creo que siempre es un juguete porque, a veces, se manipula.
-Pasó por el cuarteto, luego por el coro, ahora la chirigota. ¿No vuelve al cuarteto porque se liga poco?
-Ni de cuartetero ni de corista se liga.
-¿Es usted ‘corogotero’? Lo digo porque inventó algo así como el coro de cachondeo…
-En el Carnaval está todo inventado. De hecho, antiguamente, los coros eran graciosos. Solo volví a impulsar el ‘chiricoro’.
-¿Cómo se atrevió, si los coristas se toman ahora muy en serio?
-Pienso que demasiado en serio. Algunos rozan la enfermedad, carnavalescamente hablando.
-Si le gusta cantar y le gusta hacer reír ¿Era inevitable que acabara usted en una chirigota?
-He terminado donde empecé. Aunque creo que todavía no ha llegado mi ocaso en el Carnaval.
-Admítalo. El Carnaval está lleno de gente que le cae mal.
-A mí, la mayoría de la gente me cae bien. Soy una persona sociable y abierta. Me gusta tener contacto con todos los que puedo.
-¿Ha salido con algún tipo tan feo, con un repertorio tan malo, que le gustaría quemarlo?
-Nunca podría quemar algún tipo o repertorio porque es una creación mía. Aunque todavía me acuerdo de las caretas del coro de ‘Mira qué papeleta’ y no las quemaría pero sí que que las metería en una sandwichera. (Risas).
-¿Y qué tipo se llevaría a San Fernando un domingo de agosto a las tres de la tarde, es decir, a una Isla desierta?
-Me llevaría el tipo de ‘Los hijos del Lama’ por el cariño que le tengo, por haber estado en la Final como autor y componente. Pero no me olvido del tipo de ‘Recuerdo de Cádiz’.