AQUEL MARAVILLOSO AÑO 198...DE SALVADOR ROMERO

«Se me secó la boca y no podía articular palabra entre letra y letra»

Su segunda aparición en el Falla con 'Entre pitos y flautas' le sirvió para ganar su primer premio más recordado

Por  3:00 h.
«Se me secó la boca y no podía articular palabra entre letra y letra»

 

El año 1981 será recordado por muchos españoles por el golpe de Estado de Tejero, un momento político clave en la Transición, pero que no fue capaz de interrumpir el Concurso del Falla. Aquel certamen siempre será especial para Salvador Romero, un corista que llegó a La Viña un año antes y que dedicó los 15 años de su trayectoria carnavalesca a la peña lasaliana.

¿Cómo llega al mundo del Carnaval y al Concurso?

-A mí siempre me ha gustado mucho este mundo pero me imponía mucho respeto eso de salir en una agrupación. Pero fue mi cuñado el que me animó. Él tenía contacto con Juan Antonio Guerrero, fuimos un día a la peña, me propusieron salir y al día siguiente ya estaba ensayando.

-¿ Y por qué La Viña?

-Yo no tenía nada que ver con el barrio, el colegio, ni con los vecinos. Sin embargo, allí encontré una verdadera familia, una gente extraordinaria y de la que no me quise separar jamás. En mi vida carnavalesca, nunca estuve tentado de marcharme a otro coro. La Viña, desde entonces, ya fue mi casa, no solo en Carnaval sino también en otras actividades como la preparación de la Semana Cultural.

-¿Revolucionó tanto la modalidad ‘Entre pitos y flautas’?

-Sin lugar a dudas. Fue un coro innovador en muchas cosas, sobre todo en el apartado del movimiento. En aquel entonces se consideraba que los coros eran demasiados serios y en La Viña quisimos innovar y lo conseguimos. Puedo decir que en aquellos ensayos, con aquellos compañeros, aprendí todo lo que sé en la fiesta. Fueron unos padres para mí, teniendo en cuenta que yo solo había salido una vez, en 1980 en ‘Los signos del zodiaco’, un sonado cajonazo.

-¿Cómo fueron aquellos ensayos?

-Desde un principio teníamos la sensación de que podíamos pegar un pelotazo en la calle. De todas maneras, el camino no fue fácil. Empezamos con muy poca gente e incluso poco antes de nuestro debut en el Concurso hubo que fichar a dos o tres componentes para la orquesta. Es más, las letras nos llegaban con cuentagotas y nos pasábamos varios días seguidos sin meter ninguna nueva.

-¿Y la reacción de la gente en el Gran Teatro Falla…?

-El público se volcó con nosotros. Yo llegué a ponerme tan nervioso que en la primera actuación se me secó la boca y no podía articular palabra entre letra y letra. Tampoco se me olvidará que la miembro del jurado, Pilar Paz Pasamar, llegó a decir que aquel coro era maravilloso.

-¿Alguna anécdota?

-El día que nos maquillamos. Una vez pintados, cuando nos hicimos la famosa foto de la escalera, nadie conocía al que tenía al lado.

-¿Afectó el golpe de Estado?

-Hicimos un pasacalles para el que recurrimos a dos gitanos y una cabra que cantaban ‘¡Que viva España!’. Y en ese momento, Tejero asaltando el Congreso.

-¿Y el público en la calle?

-Nunca olvidaré cuando cantamos el Sábado de Carnaval en la plaza del Palillero. Ese silencio sepulcral de una plaza abarrotada escuchando se me quedó grabado.

-¿Por qué pasará a la historia ‘Entre pitos flautas’?

-Porque aún hay gente que se sabe las letras.