Opinión

Quién de nosotros

La afición al Carnaval del Falla (no confundir con afición al Carnaval) tiene una edad media muy baja

Por  11:41 h.
Quién de nosotros

Los que tienen una preferencia, una afición cualquiera, la que sea, tienden a creer que todos la comparten. Como mínimo, que todos quisieran. De ahí el entusiasmo por hablar novedades, hallazgos y decepciones, alegrías y chascos. Es humano, es común, nos pasa a todos, con todo. Pero según se cumplen años y desengaños, resulta que cada cual asume sus limitaciones, su soledad. La afición al Carnaval del Falla (no confundir con afición al Carnaval) tiene una edad media muy baja. Es un sarampión juvenil, lejos del nivel de aburrimiento que supone el entendimiento. En su furor postadolescente (tengan 15 ó65 años sus protagonistas) creen que sus gustos son compartidos por todos y con esa premisa se conducen. En estos tiempos de televisión, internet ubicuo y dirigentes políticos a favor de obra, la confusión es absoluta. A todos los gaditanos les gusta el Falla, parecen proclamar los que disfrutan de este asombroso juego, cuyas proporciones llegan a ser asombrosas.

Pero por más que muchos lo crean mucho, resulta que no. Gaditano y aficionado al Falla no son sinónimos, como no lo son valenciano y fallero. Los discretos, por definición, hacen poco ruido, se apartan, se callan, esperan. Los entusiastas, por su condición, festejan, celebran y discuten. Por lo tanto, es muy fácil que los últimos hagan más ruido. Eso nunca significa que sean más ni mejores. Igual que Cernuda soñaba con andaluces aburridos, callados y laboriosos, algunos aficionados al Carnaval esperamos que nunca nos confundan con aficionados al Falla. Eso es una competición, un torneo, incluso puede que un espectáculo (a veces), quizás un negocio, tan respetable o poco respetable como el jazz, el basket, el rap o el flamenco. Simplemente, aspiramos a que no nos confundan. Quién de nosotros no espera que acabe todo esto para que empiece lo demás. Quién de nosotros no lamenta lo seriamente que se toman una diversión (y a sí mismos), la impostada omnipresencia del pique. Quién de nosotros no huye de las callejeras que se hacen de rogar. Quién de nosotros no está orgulloso de olvidar nombres y autores de una broma que por definición era popular, de última hora y lavadero. Creo que somos muchos. Estoy convencido de que Cádiz no es Carnaval, o no sólo. Pero, sobre todo, no es Falla. O no sólo. Nuestro Carnaval, el de muchos, empieza después. Y ahí no hay papeles que repartir, organización que organizar ni mitos que adorar.

 

CONSULTA LA SECCIÓN DE OPINIÓN DE LA VOZ DEL CARNAVAL