OPINIÓN

Nos sabe a poco

Por  0:38 h.

 

Al día que nos encontramos, y hablamos de Carnaval, deberíamos de hallarnos sumergidos y empapados de ambiente carnavalero. O quizás saturados, pero no. Siempre he defendido que el Carnaval debe de durar y dura de hecho, un año y medio en cada edición, aquí todo es así, no se comprende, lo que con el tiempo resulta evidente demostrable y tan sencillo como que un taxi aquí, te lleve a la plaza de toros atravesando por los cuarteles.

Una fiesta en cualquier ciudad cercana, no resiste el mantenerse tanto tiempo activa, necesitarían organizar festejos y atracciones tan variadas divertidas y numerosas con tan alto coste que sólo podrían hacerlo en Las Vegas y poco más, no hay presupuesto que aguante. Aquí, en Cadiz, donde no le damos importancia a lo que hacemos, a lo que inventamos ni a lo que conseguimos, llevamos haciéndolo y bien, el tiempo suficiente como para no darle la categoría que el hecho merece.

Me explico: miércoles tarde-noche, madrugada y madrugada de hasta que el cuerpo aguante, el Pópulo, la calle, amoscuchá. Toda la ciudad en la calle, todas las calles, placitas y rincones, con los recovecos adecuados que parecen diseñados también para el carrusel de ilegales. Una parte de la ciudad cantando y riendo. La otra carcajeando y disfrutando de las coplas, del ambiente y del ingenio. Toda la noche sabe a poco y a poco las mañanas que se funden con las noches que llevamos ya, en una larga y callejera travesura carnavelera.

Así es lógico que nos sepa a poco el Carnaval Chiquito, los jartibles, el de verano. No tiene explicación, no se comprende pero sí que se puede advertir, como la calle, esa que se inventó en Cádiz, se hace Carnaval cuando de repente el Carnaval convierte la calle en magia, cuando sin saber el motivo siguiendo no se qué parámetros, fijas tu posición, la caja que sonaba como fondo de ambiente, acaba un compás a golpe seco de bombo y platillo y comienza el privilegio. Silencio, Inexplicablemente sin ninguna razón aparente, sin contrato, sin premios, pero con muchas ganas, bajo un arco, en un rincón o desde una acera, comienza al oído un corto episodio de coplas de risas de razones para volver y para vivir riendo a carcajadas de todo lo que se mueve. La calle lo ha conseguido pero como siempre nos sabe a poco. Por algo será.