Al foso

No merece la pena

Como buen periodista deportivo soy un futbolista frustrado. Ahora en Carnaval...

Por  8:15 h.

Como buen periodista deportivo soy un futbolista frustrado. Ahora en Carnaval… Sí, sería un sueño traspasar esa puerta, mudarse al otro lado un añito y sentir el vértigo de las tablas del Falla sobre mis pies y el corazón bombeando en la garganta (escucho ofertas de aquel que quiera acoger mi voz de tiple).

Un sueño que temo se convierte en pesadilla para muchos, al menos eso se desprende de unas palabras inadecuadas después del ‘babuchaso’ de turno. ‘Trabajo’, ‘esfuerzo’, ‘sacrificio’, se concatenan y caen en cascada para mostrar indignación por el fallo del jurado de turno. Apelando a la máxima económica, si esa energía gastada no revierte luego en beneficio, en ingreso de satisfacción y alegría al margen del pecunio, pues a otra cosa.

Trabajo es aquella labor que se realiza durante varias horas diarias y que es tan jodido (y necesario) que hasta te pagan por ello. No confundir el ocio con el negocio, diferenciados incluso en su raíz latina, y comprender que el Carnaval es una afición y una pasión, sin más alardes. ¿‘Pa’ qué?

En esta sociedad en la que todo el mundo cree que su opinión es interesante, justo cuando menos nos interesan las opiniones de los demás, aparecen esas sospechas de conspiraciones judeo-masónicas que siempre, SIEMPRE, le perjudican a uno. Nunca vienen a favor, vaya. Teorías disparatadas en su mayoría y que califican a cada cual.

En cambio, no conozco a ningún carnavalero que admita sin reparos que ha obtenido un premio mayor que el merecido merced a un error de los jueces o a la actitud mafiosa de su autor. Como con los árbitros: a todos los equipos le roban, el saldo siempre es negativo, y eso por lógica es tan absurdo como no reconocer que en este Concurso prima la denominación sobre el repertorio. 

Así que vamos a dejar de mirarnos el pito (de caña) y el ombligo y alzar la frente para reconocer el error propio o la virtud ajena. Que esto, simplemente, es un juego en una existencia ya de por sí cargada de trampas. Con la vida dando ‘bocaos’ en el cuello, la realidad apretando la soga, si has derramado una sola lágrima de frustración, rabia o tristeza por el Carnaval… sinceramente, no merece la pena.

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