OPINIÓN

EL TALENTO CONLLEVA CONDENA

Por  2:44 h.

 

Alguien dejó escrito que la consagración es lo peor que puede pasarle a un artista. Si convenimos que los autores de Carnaval lo son (al menos creadores, artesanos) resulta que los coristas, comparsistas y chirigoteros también sufren la condena. Una vez que gustas, que te reconocen y conectas, pasas a enfrentarte contigo mismo en una carrera de comparaciones sin final. Una vez que das un pelotazo (varios, espaciados, en el caso de los más reconocidos autores) esos triunfos te persiguen como ánimas malditas invisibles pero presentes. Dice Fernando Trueba que tener estilo consiste «en no poder evitar cometer los mismos errores». Ni los mismos aciertos. Lo que haces suena reconocible, queda asociado a un nombre. Con solo oir una letra, una música de cuplé o pasodoble caes en la cuenta de quienes son. Aunque tengas los ojos tapados, las voces están deformadas y no te digan el nombre. Pero tener estilo, algo tan difícil como meritorio, solo posible a través del talento, trae en la misma caja el riesgo de parecer repetido. Sonar a uno mismo es dificilísimo. El único camino para lograrlo es distinguirse. Cuando se ha logrado ese prodigio, resulta que sorprender es una utopía porque El Noly (además de sonar a gloria) suena al Noly. Ares sonaba a Martínez Ares. Bienvenido, a los suyos y hasta ‘Los Fantasmas’ tenían siempre un eco similar. Así, hasta el infinito. Si no tienes estilo, no has aportado nada. Si lo tienes, eres predecible, el riesgo de cansar es más alto y parece que te pusiste un listón insuperable en la estratosfera.

Todo esto quiere decir que un aplauso para los del Selu. Ojalá 20 grupos más tuvieran sus benditos problemas para gustar tanto, siempre.