Este año he visto llorar sobre las tablas del Falla a sevillanos, jiennenses y cordobeses que han venido a cantarnos a nosotros, a los gaditanos desagradecidos que hasta nos molestamos que vengan a la última esquinita de España para participar de nuestro folclore. ¿Y qué hacemos nosotros cuando cantan? Pues nos vamos a la barra a charlar de lo mismo de siempre: que si fulano viene flojito, que si mengano ya no tiene gracia, que si sutano pasa por la mafia. Ellos, mientras tanto, cantan entregando sus almas, como aquellos gaditanos de antes, llorando tras la bajada del telón porque han vivido una experiencia única, ya que en toda Andalucía no existe un teatro tan mágico, tan libre y tan del pueblo como es nuestro Gran Teatro Falla.
Dice el refrán: de la calle vendrán y de tu casa te echarán. Pues bien echado estaremos si no sabemos apreciar lo que sienten estas mujeres y hombres que lloran tras cantar en nuestro santuario. Siga usted ‘rajando’ en el ambigú que ellos seguirán cantándole a Cádiz y sintiendo algo especial.
Y es que este Falla ya no es nuestro, lo hemos regalado, pero benditos los herederos no nacidos en Gades, porque ellos todavía lloran tras la bajada del telón. Amén.