Carnaval en el Gran Teatro Falla
Carnaval en el Gran Teatro Falla

Carnaval de Cádiz 2019

Verdad obligatoria, cariño forzoso

Es cómodo abrigarse en la cueva de la opinión general y no discrepar hasta que escampe

Por  8:30 h.

Crecí gastando goma de Vespino y cinta de ‘Agua clara’. A falta de himno y bandera, tengo pasodobles como ‘Rosa, ay dime dónde estás rosita’. Antonio Martín es el más grande autor de todos los tiempos, al menos el más premiado, y por eso ha recibido los mayores honores que ningún artesano del Carnaval haya conocido en vida. Estrellas, medallas, plazas, finales consagradas a su figura… Es un hombre modesto, reservado, que regatea los honores sobre todo si se alargan, no está por exageraciones ni las fomenta. Me recuerda a El Gómez: reacciona mal al halago y al reconocimiento, posiblemente por timidez. Prefiere alejarse de la vida social y los focos, nunca estuvo interesado en premios ni oropeles, ni en el Falla ni fuera, nunca jugó a maniobrar.

 

Como dijo Machado, ahora que se celebra su aniversario, nunca persiguió la gloria ni dejar en la memoria de los hombres su canción. De hecho, ante la ola ineludible de cariño, ha insistido hasta la saciedad en compartir los últimos y enormes honores con todos sus compañeros de tradición, con los pioneros, los primeros y los recientes, los jóvenes. Todos ellos se alegran de corazón. Siempre fue de compartir y ahora no iba a ser menos. El Carnaval es muy solidario y a los festivales de ayuda basta remitirse. Dice el premiado que es un premio para todo el Carnaval, para toda la ciudad. Como gaditano raso, celebro que ya se lo hayan dado. Es justicia y es alivio, reconocimiento cabal para acabar, para rematar.

 

Canal Sur es un ente perverso regido por burócratas y avaros, acomodados y centralistas amiarmados, que odian Cádiz y sus tradiciones. Unos intrusos (de eso sí que sé) que han llegado al Carnaval para apropiárselo y destruirlo a base de una sobredosis de promoción y difusión incompatible con la vida. Es como la inmigración ilegal: tanto echarlo por satélite que ahora quieren de venir a todas partes para disfrutar de este mundo feliz que se está cargando tanto extranjero. De hecho, si este mar se ha vuelto río (como dice uno de los pasodobles más adictivos y memorables de los últimos ocho milenios) es cosa suya. Y premeditada. Con nocturnidad, demasiada, y alevosía.

 

La última prueba es el intolerable y mezquino feo a la cantera, a la sagrada academia que garantiza la vida de la milenaria cultura musical propia de Cádiz. Los niños que juegan, inocentes como todos sus padres, a empezar en el Carnaval deben ser queridos y promocionados. Sin matices ni discrepancias. Por fuerza, por narices. De hecho, el excelentísimo y carnavalísimo Ayuntamiento organizó una reunión previa al Concurso para pedir que se les prestara más atención.

 

Si los medios de comunicación, públicos o privados, consideran que no merecen tanto espacio, o que priman otros intereses informativos, como un informativo, o que hay ciudadanos -aquí o en Cazorla- que tienen otros intereses, otras aficiones, deben ser inmediatamente acusados de delitos de lesa carnavalidad, crímenes contra la cupletidad e insensibilidad extrema, con el agravante de atentar contra las necesidades de la infancia. Porque una de las principales, además de recibir alimentación urgente por riesgo de desnutrición colectiva, es salir en televisión cantando las coplas con las que están jugando y probando a ver si les gusta ese hobby o cualquier otro. O varios.

 

Estos son sólo dos ejemplos de verdades obligatorias, de adhesiones forzosas que ahora tanto se estilan. De unanimidades para llevar, pret a pòrter, de campañas populares, con el aroma de los linchamientos aquellos de las películas de Fritz Lang. De posturas comunes con las que muchos estamos de acuerdo pero en parte. Puede ser buena parte, pequeña parte, gran parte o mínima parte. El matiz es sexy. La duda es afrodisíaca.

 

Pero en estos tiempos de corrección política, de “por lo menos no roba”, de o fachas o bolivarianos, de etiqueta y hastag, de “todo es un complot pero a mí no me la dan”, de “no te dejes engañar por ese medio, por ese partido”, conviene dejarse engatusar por un vecino, por un colega, por la mayoría. O darle la razón como a un colgado. Es cómodo abrigarse en la cueva de la opinión general y no discrepar hasta que escampe. Si escampa. No vaya a ser que te insulten o te amenacen en una red social (los que todavía estén ahí) que por lo visto es muy malo y al parecer duele mucho. O deja marca. No sé.