Antonio Pedro Serrano, el Canijo, que ha perdido 60 kilos

Opinión

Por  6:59 h.

Le marcas por teléfono y le falta tiempo para descolgar la llamada. Llega hasta a darte coraje porque te has quedado con las ganas de saber qué politono es el que salta como música de espera. Tampoco logras adivinar si lo tiene por diversión o porque hace años lo puso sin querer y, total, para qué quitarlo. Marca personal.

 

Creo que hay pocas personas que tengan un tono tan amable al otro lado de la línea, y cuando te dedicas a la noble pero agotadora labor de la información, es una reacción que se agradece casi tanto como llegar a fin de mes. En esta selva de profesión, aprendes a diferenciar cuándo alguien está por la labor de atenderte o si, directamente, con la primera palabra ha decidido que va a pedirte honorarios por donarte un minuto las vibraciones de su canal auditivo. En el primer “Sí” que te dice, sabes que tienes esa entrevista ganada y, lo mejor de todo, confías en que va a ir bien.

Pero este de hoy, no era un “Sí” cualquiera. Era un “Sí” de una persona que estaba deseando escuchar porque, durante unos días, pensaba que no volvería a oirlo jamás. Es complejo que no se te salten las lágrimas en momentos como ese. Tampoco es muy recomendable cuando la chica de maquillaje se ha llevado media hora intentando taparte las ojeras. Lo demás, va rodado. Lo has hecho mil veces y se torna más ligero aún cuando el diálogo es tan fluido. Tras esa tormenta, o ese levantazo, que supone un programa informativo, llega la calma y un momento para reflexionar sobre el trabajo. Llegas a casa y el tiempo se para. Me tiro en el sofá por primera vez desde esta mañana.

 

Jose Mari me recuerda que le debo un artículo, soy un desastre y nunca tendré forma de disculparme con él. Pienso sobre qué escribir, es el último texto del año y esta madrugada no voy a vivir la quema de Momo. Así que me siento frente al ordenador y pienso “¿Qué ha sido lo mejor de este carnaval?” Y hay una palabra, sencilla y contudente, que viene a mi mente. Un sencillo “Sí”, con un tono inconfundible que suena al carnaval de mi vida, al de casa, al de amigos, al de vivir en Madrid, en Londres o Salamanca. Un “Sí” que es impulso, sobrevivir y mantener una pasión. A decirle “Sí” a esa gran lección. A decirle Sí a la vida. A decirle “Sí” a otro carnaval.

Qué pena que hayas perdido tantos kilos, pero sigas con tu chicha, con lo bien que prenderías como Momo, Antonio. Sí, Canijo.