Los ladrillos confinados

Seguimos con el jurado,,,,, y un poquito con la afición

Por  6:59 h.

Ya contaba el otro día las “herramientas” que utiliza el jurado para simplificar el ladrillazo de comerse 150 agrupaciones. Un detalle muy curioso es que una agrupación de las que no aspiran lo tiene todo malo. Hasta el tipo, por muy bueno que sea, siempre tiene pocos puntos. Todo proporcionalmente mal. Las grandes, todo lo tienen bien, aunque el tipo sea fajín, chaqueta y gorra, o no sea entendible.

 

Los jurados de los diarios tampoco se escapan a este detalle. Se ha llegado a puntuar alto una agrupación con forillo negro, a la misma altura de una que se lo ha currado. Es como decirle a los grupos que lo que cuelga y los atrezos es un “paná”. Peligroso mensaje para la industria artesana.

 

Ahora vamos a analizar otras “travesías del desierto” muy marcadas. La primera la de Vera Luque. Un autor que ya lo había demostrado todo, con tres primeros premios de cuartetos, se pasa a la chirigota y tarda una pila de años en que le reconozcan. Aquí la afición se adelantó al jurado. Siempre fue autor de culto a pesar de sus malos resultados oficiales. Bastó que un jurado le premiara en 2010, con lo máximo para que desde entonces sea prácticamente imbatible. ¿Ha aprendido el Vera a escribir de pronto? Más bien el jurado lo tiene ya entre los que tienen que estar arriba, y escucha ahora su obra anual, muy buena por cierto, con los oídos buenos.

 

La segunda “travesía” a la que me voy a referir es la del “Chapa”. Resulta que cuando escribía comparsas de Chiclana, o cuando hacía las dirigidas por el “Lali” en Cádiz, no era el “Chapa”, ni siquiera Miguel Ángel Argüez. Su grupo era conocido como “la comparsa de Nene Cheza”, sin que nadie se parara a reconocer quién estaba detrás de esas magníficas letras. Era como pasa con los coros, donde siempre han sonado más los músicos que los letristas. A pesar de la calidad de sus comparsas, siempre se decía: ¿qué le falta a este grupo?. Pues nada, lo de siempre, que “a quién quitas para meterlos a ellos”. Cuando Argüez se presenta con Subiela, empieza a reconocérsele. El jurado y la gente piensa que si Ángel confía en él, pues será un letrista al que hay que escuchar. Y ya en todas partes se le va conociendo por aquel mote de juventud: “El Chapa”, que en las redes, como que cala mejor que su apellido. Aquí también hay que reconocer que la afición anduvo torpe en el reconocimiento tardío que se le está dando.

 

Otros autores que “parece que aprendieron a escribir de pronto” son el Canijo y Kike Remolino. A los dos les pasó que hasta que no pillaron un grupo de Cádiz, no se les valoró de verdad. Y no es porque sus grupos anteriores fueran mudos o no tuviera vis cómica. Es lo de siempre.