Opinión

Jonás Pérez De Ginel

Por  6:55 h.

Si tuviera que describir a Jonathan Pérez Ginel con una palabra, esa sería corazón. Todo lo que sale del ya premiado autor, tiene ese mismo punto de partida. No esperéis de él una estrategia dialéctica para referirse a cualquier tema, ni una verdad a medias. “El Jona” es pura verdad, y eso se ve reflejado en la forma que tiene de cantar y tocar la guitarra cuando te presenta sus coplas. Siempre diré que el momento mas bonito del año era ese, cuando Jona nos traía la presentación. Siempre un par de traste por encima de lo que le vendría bien, para atravesarte con la voz y la sonata.

 

Así es también en lo más íntimo. Una realidad curiosa, y que da fe de todo esto, es que aquel que sale en sus agrupaciones acaba siendo amigo suyo. No conozco a nadie que se vaya de su grupo y hable mal de él. Ni yo mismo puedo presumir de eso a día de hoy.

 

Con Jona aprendí todo lo que se sobre montar una comparsa. La importancia del atrezzo, vestirlas por su camino y sobre todo, aprendí que una letra solo tiene una finalidad, hacerte sentir. De nada valen las rimas perfectas ni los recursos de alta literatura, si cuando acaba el pasodoble no consigues que el aficionado se sorprenda, se emocione o se levante de su asiento a aplaudirte como un resorte.

 

Aunque haya escrito pasodobles muchísimo mejores, me quedo con la letra de cuartos de final de los embaucadores. Recuerdo el momento en que nos la cantó, a pocos días de actuar en cuartos. Nos jugábamos nuestro primer pase a semifinales. Nuestras caras fueron las mismas que imagino, habría en butacas y gallinero. Jona consiguió que los presentes en el teatro en ese momento, aplaudieran una cosa e inmediatamente la contraria. Una fantasía.  Pero de Jona no solo aprendí como autor. Me dio tanta caña para que dejase de cantar como “Luis Fonsi” que cada vez que tengo que cantar carnaval, me acuerdo de él. Nunca se me pegó su pellizco ni el de sus niños, pero ya no parece que canto bachatas cuando canto un pasodoble.