Quién sabe. El último Carnaval. El último beso. El último café. El último atardecer. El último partido. El último polvo. Qué sabe nadie, como diría Rafael con ‘ph’. Cuando escuchábamos ilegales en Marqués de Valdeíñigo hace un año nadie sabía que ayunaríamos doce meses después. Ahora vivimos en la incertidumbre, dicen los tertulianos (otra pandemia) hace tiempo ¿Dónde vivíamos antes? ¿En Lubet? ¿En Loreto? Creo, pero dudo mucho, que nunca vivimos en otro lugar. Siempre habitamos la incertidumbre ¿Nadie pensaba antes de esto que podía morirse, así de pronto, mañana? ¿O pasado? ¿Sólo me pasaba a mí, Padre (entiéndase por El Gómez)? Nadie sospechó que el Carnaval de ese año, el que fuera, era el último, o el penúltimo ¿Nunca hubo cáncer, matrimonio, traslado, despido, depresión, duelo, paro, divorcio, ictus, ruina gorda, desorientación que hiciera temer por el popurrí? Tengo una persona cerca con una teoría: el fin del mundo no existe. Nunca llega. O no así: todos a un tiempo, a cascoporro. Cada uno tiene el suyo. Se llama muerte y cuenta la leyenda que existe hace tiempo. Mucho antes de marzo de 2020. Así que el fin del Carnaval, que es un mundo chico, vida prensada, será lo mismo. No hay un último Carnaval. No hubo un último cuplé para todos. Ni habrá uno nuevo para everybody. Cada cual tiene su primero y su último, su principio, su fin. Personalizado. Ya miré a la chirigota de las niñas como si cantaran Ava y La Loren. Ya tuve a un metro a Selu y me pareció Gandolfini. Ya creí que el Lobe era Louis de Funes y la placita de Macías Retes, Broadway sin butacas. Ya me volví loco de alegría por entrar en el Falla y estuve, más loco, por no volver a pisarlo. Cada uno tuvo su primer Carnaval y el último. La nostalgia y la memoria, dos víboras. Tienen un veneno que deforma las entendederas. Los programas son preciosos (sin ironía, impecables, brillantes) pero no puede ser. Algunos vivieron su último Carnaval en 1977. Otros, en el 84. O hace diez años, o tres. No todos en 2020. El mío fue yesterday ¿Quién, en su insano juicio podía pensar que duraría? ¿Hacía falta una enfermedad a escote para entenderlo? ¿No era esto un ‘aprovecha que viene la Cuaresma’, ergo, la muerte? Cada cual tuvo, tiene o tendrá lo suyo. Si peno es por los que se quedan sin uno de los que yo tuve ahora, cuando les toca. Esos que son señalados por querer vivir tiempos de muerte. Seguro que les quedan. Nada va a quitárselos. Te lo prometo, mi niña. Vendrán más. Espero que sean como los míos. Como los primeros o como los últimos.
Opinión
El último cuplé
Quién sabe. El último Carnaval. El último beso. El último café. El último atardecer. El último partido. El último polvo. Qué sabe nadie, como diría Rafael
Por José Landi, 10:43 h.