Opinión

Carnaval violeta

Toda lucha para romper con los cánones establecidos siempre es difícil

Por  7:29 h.

Toda lucha para romper con los cánones establecidos siempre es difícil. La ruptura con el esclavismo, la jornada laboral de ocho horas diarias o que negros y blancos fueran a la misma escuela han sido logros extraordinarios que encierran una terrible y mastodóntica lucha detrás. En el caso del feminismo, pregúntenle a Simone de Beauvoir lo que está costando que lo justo, transgreda y rompa lo que la sociedad tiene por ‘normal’ y acepte cambios profundos para mejorar la vida de las mujeres. Más de un siglo después de la aparición del sufragismo y de la conocida como primera ola del feminismo, seguimos peleando en pos de la igualdad. Pues bien, este planteamiento de algo tan obvio como la igualdad entre hombres y mujeres sigue encontrando resistencia en multitud de espacios económicos, sociales y por desgracia también culturales. Y a pesar de que este hecho me da mucha tristeza, nuestro concurso no es una excepción. Muy lejos queda aquella actuación de Las Molondritas, o bien la primera actuación del Coro Mixto de Adela del Moral y Frade, que terminó por conocerse como el Coro de las niñas. Desde entonces, ha sido un continuo pero insuficiente número de agrupaciones el que ha intentado abrirse paso en un mundo exclusivo de hombres con éxitos muy puntuales. El coro de Luis Rivero, las comparsas de Romero Bey, Bustelo o Faly Pastrana o la inclusión de alguna componente como Milián Oneto en la agrupación de Bienvenido o Alba González como bombista de la chirigota del Bizcocho, son algunos de los pocos casos en los que una mujer ha alcanzado el éxito en un concurso muy masculinizado sin dejar de tener que apuntillar que todos los autores de estos grupos anteriormente citados son hombres. Sin embargo y como siempre nos demostró la calle, la otra cara de la moneda, son muchas las agrupaciones que se han abierto paso en el carnaval callejero fuera del encorsetado mundo del concurso. Mujeres de pro como Susana Ginesta, Blanca Flores, las hermanas López Segovia y un amplio listado de mujeres, han conseguido que cada año se las espere con ansia para escuchar su repertorio en cualquier esquina de la ciudad.
Está claro de que a pesar de que Felipe Abarzuza pintó en la cubierta del teatro una extraordinaria alegoría del paraíso, debemos seguir luchando por romper los límites y aunque nos cueste, destruir el techo de cristal del concurso.