Carnaval de Cádiz 2019.
Carnaval de Cádiz 2019.

Carnaval de Cádiz

Carnaval tóxico

Por  9:27 h.

 

Se abre el telón y se ve a un montón de gente engreída que tiene la culpa de todo frente a una multitud creciente y patana que también. El chiste nuestro de cada año dura cada vez más y no da risa. Por repetición y saturación. El Carnaval que volvió a empezar anoche (¿había acabado?) tiene forma de tumor social y el mismo olor que la ropa sucia. Es nuestro mayor problema. Nuestro peor síntoma. O todo eso nos tienen dicho.

 

No lo dicen los nostálgicos del orden, la casa y la caza que quieren reconquistar la paz a culatazos. No lo dicen los autonombrados salvadores, los intelectuales exquisitamente desaliñados, de gustos caros, que se escandalizan cada tarde al comprobar, en su infinita sobremesa, que los desgraciados han vuelto a hacerlo. Que han vuelto a dejar pasar un día entero sin alzarse ante el patrón, sin capar a nadie ni captar la idea. No son unos ni otros. No lo dicen ni los fachas ni los bolivarianos, ni los buenos ni los malos, ni los malos ni los buenos, ni los que van de víctimas ni los que van de víctimas. Los que dicen que el Carnaval sabe igual de mal que nosotros somos nosotros, los tiesos y los cabos sueltos y rasos de nómina pública o estándar.

 

Un compendio de comentarios salido de la Delegación de Asuntos Sociales, presuntamente lleno de frases de trabajadores y usuarios, es el que señaló la evidencia. Y la obviedad descubierta siempre es sorprendente, escandalosa. Lo mismo que tantas veces hemos pensado y dicho, lo que hemos dicho sin pensar o pensado sin decir asusta cuando se ve en papel (o word). Ahí, en su crudeza desnuda, en pelota picada: que le dedicamos demasiado tiempo al Carnaval, que tanta atención a la supuesta pasión-presunta diversión, complica nuestra conversión pendiente al capitalismo practicante. Que tanto ocio es mal negocio. Que no aprendemos nada aunque nos sepamos cien pasodobles de memoria. No lo dice nadie de más allá. Lo decimos nosotros de nosotros y nos lo reprochan los que peores cartas tienen y los que peor las juegan. A veces son los mismos. Resulta que la gente más asustada, acomodada y necesitada no se fía un pelo injertado de esa masa golfa, resentida y cotilla llamada gente. Usted y yo estamos dentro, no se ilusiones. Resulta que los gaditanos no creemos en los gaditanos. Que sabemos que con nosotros no iríamos a ningún lado. Que no formaríamos parte de ningún club que nos admitiera, salvo el de fútbol, la peña, la chirigota, el gimnasio, el grupo de wassap del trabajo (o extrabajo), el de los amigos de casi siempre y la familia de por ahora.

 

Sólo es una opinión, por más que apareciera en un informe serio como una comparsa. Pero es una muy triste, como una comparsa. Y coincide demasiado con muchas de las nuestras. Es imposible negar que la hemos escuchado mucho, incluso dentro de nuestro molondro. El Carnaval que empezó anoche tiene la culpa de casi todo, viene a decir. Nos retrata deformes, nos pinta la cara y nos obsesiona, nos desvela demasiados días, nos retrae y nos distrae. Algunos, en el colmo de la derrota colectiva y cateta, de la resignación coral, quieren convertirlo en profesión, en industria, en trabajo. Incluso acusan a villanos extranjeros de venir a robarlo, de apropiación cultural.

 

Es más que posible que tenga algo de verdad lo del informe, que el Carnaval sea el origen, o quizás el destino, de nuestros males. Que es la octava plaga que la Biblia olvidó incluir. Puede ser. Aunque creo recordar que cuando era afición mínima y local, inofensivo hobbie, juego a puerta cerrada, cielo abierto y por tiempo limitado, cuando los traficantes de clics y espectáculo aún no lo habían engordado artificialmente, en Cádiz tampoco iban las cosas mucho mejor, ni había más renta, ni más empleo, ni mejor, ni menos timos y pereza, menos nihilismo, ni menos listos pidiendo ayudas que necesitan otros, ni más interés por el esfuerzo personal, por la autocrítica y la formación.

 

Una cosa es que le dediquemos demasiado tiempo a una pamplina como otras, a un juego, a una diversión y otra es que nos pusiéramos como locos a producir y a estudiar si ese entretenimiento no existiera. Más lógico parece pensar que buscaríamos otro cachondeo cualquiera. Hay muchos.