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Carnaval de Cádiz 2019

Basta ya

Dejad de buscar una fuente de popularidad en nosotras. No necesitamos grupos que nos propongan de figurantes.

Por  7:15 h.

Quien avisa no es traidor, y yo les aviso ya de que frente a estas líneas se sienta una mujer que les escribe con la idea de que, por un momento, cuestionen sus convicciones e ideario. Después pueden volver a pensar, efectuar o debatir los juicios que gusten. Faltaría más.

 

No sé si han advertido ese vídeo que rula por la red donde se exponen el conjunto de veces que una agrupación utiliza la palabra “Parienta”. Sobre las connotaciones de este término se podría suscitar un amplio y ameno debate. Pero ni es el caso, ni hay voces suficientes para ello. Lo que aspiro a ejemplificar con este viral es que, aun cuando se le entona un cuplé a una madre, una prima, novia o hermana, nunca se dedica a la nuestra (excepto si es a la suegra, entonces siempre habla de la señora que tenemos al lado). Y aun así, sobre el papel, no pasa nada. Porque, si se hace desde el respeto y con gracia, sin maldad alguna, sobre el papel, lo mismo es meterse con Paquirrín que con Chabelita (y recalco lo de “sobre el papel”, porque sobre las tablas, y en las voces, hay muchos elementos que determinan el matiz del chiste)

 

La cuestión es que quiero pensar que, como pueblo, deambulamos en una dirección que el carnaval refleja. Nos hemos mudado de pasodobles sobre amor cortés, a cantos, normalmente bien intencionados, sobre respeto a las diversas identidades género y contra el acoso callejero. Estribillos donde se entiende que la lucha masculina tiene la obligatoriedad de posicionarse a nuestro lado y nunca enfrente. Coplas que, aunque por desgracia no firman mujeres, cuentan con su veredicto. Y, lo que es más importante aún, con el veredicto y convencimiento del propio autor. Coplas que me creo y con las que coincido, porque no van buscando el sensacionalismo, la demagogia, el populismo. Coplas que cuentan historias y expresan que alguien cree, padece o razona. Creo que saben a qué coplas me remito.

 

Cierto es que aún nos falta mucho por recorrer en la fiesta. Cierto es que llegar a donde nos corresponde es un trabajo nuestro y suyo. Cierto es que hay autoras en la sombra y letristas escondidas. Tanto ellos como nosotras tenemos el deber, y casi diría la obligación, de abrirnos paso y respetarnos. Lo que desde luego no va a ayudar es que un grupo de hombres se alce con nuestra bandera, la convierta en un corazón (¿Qué somos, el logo de Hello Kitty? ¿Un comercial de Ausonia?) y nos sienten con cartulinas malvas a ejercer de figurantes en su comparsa. Porque, perdonen ustedes, un cartel no es una voz.

 

Basta ya de hacer comercio con nosotras, con nuestras historias, con nuestro dolor y con nuestra lucha. Basta ya. ¿Había necesidad de llegar a este punto? ¿De competir de una forma tan poco moral y ética por un premio? ¿Por dinero? Concursar por plata valiéndose del pugilato femenino.

Aquí se puede cantar a lo que uno quiera, está permitido contar lo que uno cree y piensa, y el público hablará. Pero el conflicto central está en que parte del auditorio se alza enaltecido a aplaudir letras en las mismas voces que hace dos años pregonaban a los damnificados por “las denuncias ficticias.”

 

Dejad de buscar una fuente de popularidad en nosotras. No necesitamos grupos que nos propongan de figurantes. Necesitamos grupos que nos den nuestro espacio y nos apoyen y, disculpadme, el espacio de una mujer jamás debería ser con una cuartilla adornando una comparsa.

Y no, las culpables no son las  que han salido, la culpa es del sistema que se nutre a sí mismo y perpetúa este tipo de conductas. Y que, aunque no lo creamos, así no se para.

 

La lucha no es frente a nosotras, dándonos la espalda. La lucha es a nuestro lado, respetando nuestra primera fila, dejándonos respirar y tomar aire, para subir bien alto con nuestras voces.

Sobre el papel, sobre las cartulinas, el mensaje es el mismo: porque sobre las tablas, y en las voces, hay muchos elementos que determinan el matiz del chiste.