concurso-carnaval-falla
concurso-carnaval-falla

CARNAVAL DE CÁDIZ 2020

Autocrítica y responsabilidad

Por  8:00 h.

Como todos los años ocurre a estas alturas de las preliminares, surge el hostil y tedioso debate sobre la longitud y calidad de nuestro actual concurso de coplas. Comentarios como: “a mi me gusta el fútbol y no por ello puedo jugar en el Bernabeu”, pululan por los mentideros reales y virtuales para denunciar que estamos tardando en lidiar con el asunto. No seré yo quien defienda a las numerosas agrupaciones que, aunque carentes de calidad, año tras año nos han dejado momentos de gloria que ya forman parte de nuestra memoria, desde su particular y selecto “Olimpo de las cargas”. Pero ¿cómo poner barreras a un concurso que nació por y para proclamar libertad? La solución al problema se plantea curiosamente difícil, así que mientras lo subsanamos, yo abogaría por un buen uso de la autocrítica y la responsabilidad. 

Todos, de un modo u otro, somos responsables en la mejora de calidad de nuestro concurso, desde las propias agrupaciones a los aficionados, pasando por los medios de comunicación y el jurado.

Las agrupaciones tienen que ser conscientes de que no cualquier grupo o repertorio es digno de pisar nuestro bendito templo de los ladrillos coloraos. Debemos mostrar como mínimo una idea coherente, una buena afinación al margen del color de las voces, que es una cuestión de gusto subjetivo, y un repertorio en letra y música consecuente con el tipo que representamos, que va mucho más allá de las meras prendas con las que vestimos nuestro personaje.

En segundo lugar, los aficionados tienen que saber que al teatro se va a escuchar y no a querer ser más protagonista que los que están sobre sus tablas. Que dentro de su gusto personal y la crítica argumentada, está el respeto hacia el cariño que los grupos serios ponen a sus obras durante más de cuatro meses de ensayos.

Los medios de comunicación deben ser objetivos a la hora de realizar sus comentarios, crónicas o clasificaciones paralelas. Como buenos profesionales de la información, deben dejar a un lado la linea de pensamiento afín a su medio, centrándose en realizar una valoración imparcial de la obra que se presenta, obviando el “colegueo” o la enemistad que tenga con el autor-componente, y si esto le resulta imposible, que al menos no se le vea tanto el plumero.

 

Por último y no menos importante está la trascendencia del jurado, que va más allá de otorgar un mero premio. Con sus deliberaciones, éste pueden conseguir hitos tan importantes como que la chirigota tradicional no muera entre sus compases o que la cantera sienta que tiene un sitio fuera de las sesiones de tarde en infantiles y juveniles.