Villa Comparsa

El pero Carnaval: el Concurso. Más concretamente, la comparsa, su deformada y mezquina hija

Por  13:30 h.
Villa Comparsa

Las infecciones se propagan en silencio. A lomos de malos hábitos. Es tarde. La situación es incontrolable. Queda la fuga. Por suerte, hay un puente más para escapar si las familias, con la sábana convertida en hatillo, colapsan la autovía o el viejo Carranza. Salgan ordenadamente. Los derrotistas asumimos la derrota. Años de Logse, niños mimados hechos padres de consentidos, paro, infravivienda y expolio sistemático de la paternalista gente bien crearon el caldo de cultivo para la epidemia.

Estábamos confundidos, temíamos que esa burguesía absolutista (o zoletista) quisiera controlar el juego del Carnaval. El poder tiende a controlar cualquier juego. Del alcohol y el fútbol a la bonoloto. Pero esos elementos sociales, según expertos de Maryland (tierra de María), crearon el cóctel para producir la reacción contraria. Sí, amigos: el Carnaval se ha hecho con todo.

Y no un Carnaval cualquiera (los hay maravillosos). Es el peor: el Concurso. Más concretamente, la comparsa, su deformada y mezquina hija. Entre los infectados, los representantes de la comunidad. Inoculados e histriónicos, las voces en el Pleno se aflautan. Para denunciar la deuda municipal comparecen con cara de mimo triste, inmóviles, como en una presentación a oscuras. Cada intento de resolver un problema se convierte en un popurrí de los ininteligibles. Como los comparsistas, nuestros dirigentes viven en un complot. El Gobierno les persigue. La oposición les asfixia. Y la prensa. Nada de autocrítica. Son el uno. Campeones. Tantos no pueden estar equivocados. 

Su repertorio es tristísimo. Exageran cada problema. Hasta convertirlo en drama, como si fuera un pasodoble. Pero como los repertorios, pocas soluciones. Para mayor coincidencia, nuestros líderes son adictos a las redes, que han desbancado como medio más ordinario a la tele. Al modo comparsista, se toman muy en serio, hablan siempre con solemnidad, usan palabros en boga. Ningún humor. Todo por el aplauso. Confunden a sus partidarios con «la gente» y «el pueblo». Ignoran, sistemáticamente, que apenas son una quinta parte de la población. Hay autores entre bambalinas. No suelen dar la cara pero se llevan dos partes. Todo se resuelve por asamblea y prima la cola. Todo tiene que repartirse equitativamente y en fila, incluyendo lo innecesario. Tienen pensado convertir el aire, el sol y la copla «en industria». Ya lo dicen abiertamente. 

Sólo encuentro una diferencia entre comparsismo y actuales dirigentes locales: en política desconfío de lo antiguo y lo nuevo; en comparsas, sólo lo nuevo. De ‘El Bache’ hacia acá.