La plaza Manuel López Cañamaque, inaugura en 2009.

Carnaval de Cádiz

Un paseo de papelillos por el ‘carnavallejero’ de Cádiz

La capital gaditana cuenta con pocas calles dedicadas al Carnaval y a sus hijos predilectos

Por  7:00 h.

Si quiere regenerar su oxigeno por las calles de la ciudad, Cádiz le regalará miles de sabores, olores, espacios increíbles donde podrá sentir los latidos del carnaval, baches donde a poco que lo intente alguien se arrancará con alguna copla, pero dudo mucho que tenga la suerte de cruzarse con algún rótulo que le indique que pasea por una calle, plaza, paseo, avenida o jardín dedicados a la memoria de algún carnavalero.

 

Son pocas las calles de la ciudad dedicadas al Carnaval, muy pocas para la importancia que tiene la fiesta en la cultura, en la historia, en la tradición, en el sentir popular e incluso en el aspecto económico de una sociedad que crece cantando y que recuerda su vida en función de los recuerdos que el Carnaval le va proporcionando.

 

Juan Manuel Braza Benítez “El Sherrif” ya nos lo advirtió sin pretenderlo en su pasodoble: “Si buscas los Carnavales, de la tacita de plata, siga mis indicaciones que no vienen en los mapas…” y es que en los mapas, por mucho que uno se empeñe en buscar apenas aparecen algunos nombres de autores consagrados.

 

Si nos retrotraemos en el calendario, el primer autor de Carnaval que goza con una plaza a su nombre en la ciudad es Antonio Rodríguez Martínez “Tío de la Tiza”. Esta plaza toma su nombre de la costumbre que tenía el corista de apuntar sus consumiciones a tiza en las mesas de madera de la tienda La Lonja de Cádiz.

 

Es significativo que a pesar de todo, para una inmensa mayoría de gaditanos aquella plaza se conoce como Pinto, obviando por momentos en las conversaciones cotidianas el nombre del autor.

A finales del siglo XIX nació Manuel López Cañamaque, que es el segundo autor de Carnaval que perdura en el recuerdo del callejero gaditano. La Plaza Cañamaque también se encuentra en el popular Barrio de la Viña, barrio que comienza a construirse a principios del siglo XVIII sobre la antigua Viña de Malabar, dando así lugar a una nueva zona urbanizada que se conocería entonces como el Barrio del Nuevo Mundo. Ahí junto a la calle de José Celestino Mutis se encuentra este lugar dedicado a este virtuoso de la bandurria.

 

José Macías Rete cronológicamente es el tercer coplero que cuenta con el reconocimiento de tener a su nombre un espacio en la ciudad. La Plaza se encuentra ubicada en el mismo barrio de las anteriores y recuerda a quien fue un histórico corista que mantuvo viva la llama del tango en los años más duros de la fiesta y uno de los impulsores de que el Carnaval de Cádiz se volviera a celebrar en su fecha actual.

 

Dando un salto en el tiempo y entrando de lleno en los últimos años del siglo pasado hay varios autores de comparsas que encontramos en el nomenclátor de la ciudad. El padre de la comparsa, Paco Alba, tiene una calle pequeñita y estrecha junto a la plaza del Tío de la Tiza, en el corazón del barrio que lo acogió cuando siendo un niño de 6 años llegó a Cádiz desde Conil (tras el fallecimiento de su padre) junto a su madre y sus cinco hermanos.

 

El callejero gaditano

 

Bordeando el árbol del Mora y conectando la calle La Rosa con el Club Caleta se encuentra la calle de Enrique Villegas Vélez, un onubense que encontró en Cádiz su asiento y en el Carnaval el modo de dar rienda suelta a sus composiciones. El hijo predilecto de Cádiz sin embargo no pudo disfrutar de la inauguración de su calle en abril de 2015 debido a su ya delicado estado salud.

 

Solo hay dos autores de Carnaval que han podido recibir el cariño del pueblo gaditano y pasear en vida por los espacios que la ciudad les ha dedicado; Antonio Burgos y Antonio Martín García.

El primero, empujado por el segundo, fue letrista del coro de la viña en los años dorados de la entidad del Colegio La Salle. En el recuerdo de todos los aficionados quedan aquellas músicas de Martín bien vestidas por las letras del periodista sevillano y mejor interpretadas por un grupo de coristas que tenían mucha pegada vocal y que entendían la melodía de la segunda y de los bajos con mucha armonía. Junto a la Caleta y entre la calle del Campo de las balas y la entrada al Castillo de Santa Catalina se encuentra la Calle Antonio Burgos, en un lugar privilegiado mirando al mar.

 

Don Antonio Martín García, ha sido el autor más prolífico de nuestra fiesta. Su palmarés es inigualable y su ascendencia se remonta a la calle San Vicente, callejón junto a la Plaza de la Cruz Verde, entrada y puerta figurada hacia el barrio de la Viña. El apego de Martín por este enclave de la ciudad donde jugaba de niño ha sido una constante en la obra del autor. En la Plaza de la Cruz Verde se encontraba El Gavilán, uno de los bares que servían a los carnavaleros de la época como punto de encuentro. Allí nació y creció el duende del niño coplero de la calle San Vicente que tras 50 años de exitosa carrera carnavalesca hoy puede pasear y disfrutar viendo como su nombre identifica esa plaza a la que tanto cariño le ha profesado durante toda su vida.

 

Y como epílogo a este recorrido sin mapa por la ciudad, a estas pisadas en el suelo más carnavalero de la urbe por excelencia del 3×4, nos detendremos en el único chirigotero que tiene el honor de que una plaza de la ciudad se rebautice con su nombre. Es la incursión en el nomenclátor más reciente y se circunscribe al barrio de la Viña, como no podía ser de otra forma tratándose de un baluarte del sentir viñero. La Plaza de la Reina, quizás el espacio diáfano más extenso del barrio se llama ya Plaza de Manolo Santander aunque bien es cierto que aún no se ha procedido a la nueva rotulación ni a ningún acto de inauguración oficial.

 

Además de las mencionadas, el callejero de Cádiz tiene otras referencias vinculadas al carnaval en segundo grado, como pueden ser la calle Bartolomé Llompart, la Plaza de la Libertad, la Plaza Fragela, la calle Marinero en Tierra, la de gitanilla del Carmelo o la mismísima calle La Atlántida. Vías que por casualidad, uso de sus nombres en agrupaciones o por ser focos de actividad durante el Carnaval callejero se consideran carnavaleras, aunque eso ya es otro cantar.

 

“Igual que en una mezquita al llegar te descalzas si quieres entrar, todas las calles de Cádiz también son el templo de una religión que da sentido a la vida…”, ya lo sentenció Juan Carlos Aragón en sus millonarios. Las calles de Cádiz son el templo de una religión, aunque por lo que se puede comprobar en el callejero gaditano, se trata de una religión con pocos Dioses, a lo sumo 8.