Un mercado al ritmo de las coplas

Los ojeadores comienzan a rastrear el mercado allá por marzo, después del febrerillo loco.

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En los últimos años se ha incorporado uno de los principales alicientes del balompié: los fichajes. Atrás quedan esos grupos míticos que se recitaban casi de carrerilla. Chatín, Monzón, Brihuega,… Ahora, el baile de nombres aporta picante a la polémica carnavalesca.

El gran traspaso de esta edición, por magnitud y timbre, es uno de los galácticos del Carnaval que parecía no estar en el mercado. José Ramón de Castro Ramoni cambió un grande (Quiñones) por otro (Aragón). «No me voy a ir del Madrid al Burgos. Si salgo es para fichar por el Barcelona», al más puro estilo Luis Enrique. Otro Figo es su compañero Careca, que cantó anoche junto a él.

Otras incorporaciones sonadas son las de Luis Rivero, que le ha birlado el catalán (Paco Trujillo) a Antonio Martín, y en el intercambio de cromos le ha cedido a Manuel Pecho Fernández, Buyo. O el mismo Quiñones, que esta vez cuenta en sus filas con el ex Menda Faly Figuer, gracias a una oferta que no pudo rechazar.

Los motivos de estas idas y venidas son variopintos. Cada uno tiene sus razones. «La gente se cansa de ver las mismas caras, y yo quería cantar otras cositas», destaca Ramoni. «Muchos lo hacen sólo por protagonismo, por ampliar su palmarés y querer quedar por encima de los demás, y por eso se pierden amistades», aporta Faly Mosquera, director de la comparsa de Quiñones.

«Ahora los componentes se dan más de valer, antes mandaba el autor, y a todos les hace ilusión salir con Aragón, Tino,… porque son como el Madrid y el Barça del Carnaval», comenta Paco Trujillo, al que le encantaría «encontrar un autor con el que estar hasta el final».

Desmitifican el poder del dinero. «Antes podía ser, pero ahora la cantidad económica que se recauda es ínfima», señala Mosquera. Trujillo habla de que eso «es un bulo para los novatos».

Es innegable que genera cierta polémica, «pero para mí el Carnaval es un hobby, y es como cambiar la marquetería por la pintura», asegura Ramoni. «No entiendo que le moleste a los demás, es una rabieta. Por eso me ha dolido. Yo saco la catana por la comida de mi niña, no por una fiesta».

Los grandes encuentran fácilmente las piezas que necesitan. Los más humildes se ven obligados a buscar por debajo de las piedras y probar a todo el que quiere cantar. Las llamadas telefónicas se multiplican en marzo, finalizado el Concurso y la semana grande. Las coplas y la trayectoria son los mejores argumentos, sin olvidar el protagonismo y más allá del dinero. Los ofrecimientos son muchos. El mercado se mueve.

Barça o Madrid

El nombre del dueño manda. Aragón, Tino, Quiñones, Rivero o Martín ocupan los puestos Champions. Otras veces manda el equipo y su capitán, se llamen Subiela (el Schuster carnavalero ya que ha estado con los tres grandes), el Sopa y sus gitanos o Pedro con sus Majaras. La unión hace la fuerza, de ahí los matrimonios Mata-Monje, Santander-Aragón, o Yuyu-Sánchez Reyes.

Unos se conforman con el jogo bonito y otros sólo aspiran a consagrarse con títulos y premios. Diversión o competitividad. Pero todos se preparan para la temporada que acaba de empezar. Los mejores se quedan con los mejores, y los carnavaleros ya alcanzan el rango de estrella sobre las tablas del teatro. Comienza el espectáculo.