Tino Tovar, sólo ante el peligro en sesión doble

Por  9:14 h.

Año sabático de Ángel Subiela: la afición espera que no se prolongue tanto como la excedencia comparsista de Antonio Martínez Ares, que este año ha vuelto al Falla pero como excelente locutor de Onda Cádiz, junto a Miriam Peralta y Germán García. Así que ahí tienen, solo ante el peligro, a Constantino Tovar, un western en sesión doble que no deja indiferente al respetable.
El está dispuesto a morir con las botas puestas, a resistir armado con el Winchester de un buen oído, aunque no llegue nunca el séptimo de caballería. Está acostumbrado al cine de los finales felices, aunque tenga que viajar en busca del fuego hasta quemarse si es preciso. Es como un guitar hero del viejo rock trasplantado al mundo del Carnaval y a un tiempo al que le cuesta digerir las novedades: observen al protagonista como sobrevive a las arenas movedizas en ese territorio mestizo en donde los coros parecen chirigotas o comparsas y las comparsas coros. 
Pudieron verle, hace unos días, en Volver a empezar, que no es un remake de la película homónima de Garci sino de Parque Jurásico, con contraaltos en lugar de dinosaurios. En la aventura, no le acompañan Spielberg ni Subiela, pero su teoría de la evolución, una vez superado el centenario de Charles Darwin, debe ser conceptual: de hecho, al menos eso dicen los que entienden de este negocio, este año parecen más clásicos que nunca, lo que no se sabe nunca, a ciencia cierta, si se trata de una involución o de un paso de cangrejo. «Ese Tino Oeeeeeé», como le corean los propios y los ajenos, es un máquina; y los suyos, que no lo eran hasta bien recientemente, afinan más que nunca bajo su batuta. Su reino es el del pasodoble como el de Paco de Lucía es la rumba. Salvadas las distancias, naturalmente.
Segunda función: todos a la cárcel. El patio de mi casa, tendrían que anunciar las carteleras del antiguo Gaditano, con sus fotogramas en colorines que el tiempo iba convirtiendo en un tono ocre y desvaído. Un thriller penitenciario en forma de coro a pie, una propuesta que Tovar ha hecho suya, pasando por encima de las críticas que vivieron en anteriores ocasiones, desde que con La calle del arte rescataron esta antigua tradición, muy propia de los tiempos de crisis, ya que se ahorran una pasta en bateas: «En Cadiz ya no sabemos que hacer/ que tenemos menos trabajo/ que el tractorista del coro a pie», canturreaba su estribillo el año pasado en El Maravilloso Mundo de Cadilandia.
Ni entonces, ni en esta ocasión, Tino Tovar viene solo esta vez: le acompañan en esta superproducción carnavalesca, los hermanos Sevilla Pecci. En esta ocasión, su banda sonora guarda resabios de Elvis Presley y Los Chunguitos, con su nosequé de Camela y letras que, a ratos, podría firmar El Cabrero: Justicia que se vende al poderoso que se la pague.
En uno y en otro caso, no crean que su trabajo se limita a la banda sonora. Tino Tovar, solo o en compañía de otros, ha creado ya una estética. Eso a lo que se llama estilo y que no siempre tiene suerte en el reparto de los Oscars o de los Goyas. Que, como saben todos los letristas, tiene doble premio.