Las Fiestas Típicas, 30 años criando malvas

Hace tres décadas, el coro La Guillotina protagonizó un cortejo fúnebre para enterrar las Fiestas Típicas, versión franquista del Carnaval

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Un féretro, coronas de flores, plañideras llorando por las calles, marchas fúnebres… Pocas veces el pueblo gaditano se ha vestido de luto para festejar la llegada del Carnaval. Lo hizo hace justamente 30 años, en 1978, para festejar la muerte de las Fiestas Típicas  tras recuperarse el año anterior el vocablo Carnaval y reubicarlo en su mes de febrero. En una época en la que todos vestían como en la serie Cuéntame, los gaditanos se echaron a la calle para presenciar la particular forma con la que los antiguos dedócratas despedían a las Fiestas Típicas.
Cuando el coro La Guillotina se presentó ese año sobre las tablas del Gran Teatro Falla dijo muy claramente que estaba preparado «por si se quiere volver para atrás» en el rescate del auténtico Carnaval. Para no dar ninguna oportunidad a que esto ocurriera, los miembros del coro se encargaron de patrocinar el entierro de las Fiestas Típicas. Nadie mejor que los descendientes de monsieur Guillotin, en forma de coro de Carnaval, para poner fin aquella fiesta sucedánea que tenía lugar cuando el calor nacía por mayo.
Si con el primer gobierno de Suárez comenzaba la transición política en España, con el sepelio de los antiguos carnavales Cádiz vivía su particular transición democrática carnavalesca. Atrás quedaban los años de mayor desvirtualización de la fiesta trasladada al final de la primavera en una búsqueda de adaptarse a los nuevos tiempos. Marcos Zilberman, cocreador de la iniciativa, recuerda cómo surgió la idea: «En aquella época, yo estaba muy metido en el mundo del Carnaval. Una noche después de un ensayo del coro se me ocurrió la idea de enterrar de forma oficial a las Fiestas Típicas. Fue un momento bueno para celebrarlo ya que era el segundo año que estaba instaurado el Carnaval. Lo hablé con José Manuel Gómez y Emilio Rosado. Les pareció bien y lo llevamos acabo. Finalmente, se animaron todos los componentes del coro, incluso las mujeres que se vistieron de viudas para dar más realismo». 
Fiestas Típicas ‘in memoriam’
A las cinco de la tarde del 4 de febrero del año constitucional partía de la plaza de San Francisco el sepelio para recorrer las calles de la ciudad. Una pancarta con la inscripción «Entierro de las Fiestas Típicas. R.I.P. ¡Ya era hora!», portada por dos componentes del coro vestidos de ciudadanos de la Revolución Francesa, abrían el cortejo. Le seguían el resto de revolucionarios en dos filas pertrechados con tridentes, sables y azadas en riguroso silencio, fruto de la seriedad que requería el acontecimiento.
Los tambores en señal de duelo no dejaron de sonar durante toda la marcha con redobles de réquiem. Ante el féretro dos miembros portaban un incensiario y otro un mortero de cocina a modo de hisopo. Tras ellos, cuatro verdugos portaban la caja con los restos de las Fiestas Típicas sobre el que se colocó el clásico martillito que suplía al plumero en las antiguas fiestas.
Antonio Fernández Repeto tuvo el honor de portar sobre sus hombros el féretro. «Cuatro soldados de la Revolución lo custodiaban, en perfecta formación y con los fusiles a la funerala. Los que lo llevábamos, íbamos fumando un puro como celebración del evento». Seguían el duelo las mujeres de los componentes disfrazadas de riguroso luto, algunas de ellas con velas, que estuvieron llorando durante todo el trayecto y «con caras serias, sin una risa, como requería la ocasión». Adornando el ataúd seis coronas de flores en las que se podían leer inscripciones como ‘Tu viudo Don Vicente del Moral’, ‘Un concejal in memoriam’, ‘El Quini no sabe si olvidarte’, ‘De tus amigas las casetas’, ‘Pepiño con amor’ y ‘El látigo macareno’. Algunas todavía reposan «en alguno de los garajes» de Marcos Zilberman a la espera de ser pieza de museo.
 Trás el féretro, presidiendo el acto, el director del coro, Miguel Ángel Maján y los músicos vestidos de dantones interpretando con sus pitos marchas fúnebres y sanes de Carnaval. Además de los miembros del coro, se sumaron cuantos gaditanos disfrazados quisieron para acompañar al féretro y despedir con todos los honores a las Fiestas Típicas y todo lo que representaban. Una de las anécdotas se produjo cuando un espontáneo se unió a la comitiva: «Uno vestido de obispo en la calle San Francisco se sumó al desfile y nos acompañó hasta el final en la plaza Fragela», recuerda Fernández Repeto.
A pesar de las alusiones en las coronas a personajes como el popular director de coros Joaquín Fernández Garaboa El Quini o Pepiño, éstos no se enfadaron. «Si se molestaron no lo hicieron público o no se atrevieron, pero sinceramente creo que no les sentó mal. Pienso que comprendieron que se había terminado una época y que comenzaba otra muy diferente a la que ellos protagonizaron durante mucho tiempo», aclara Fernández Repeto.
A pesar de los que formaron parte del sepelio peinan sus primeras canas, todos aquellos que protagonizaron aquel acto guardan gratos recuerdos en su memoria del cortejo.
«Después de 30 años y de todo lo que ha llovido desde entonces, fue un gesto bonito, atrevido y arriesgado, ya que todavía quedaban muchos remanentes de la dictadura franquista. Pero el resultado fue espectacular. Se ha transformado totalmente el Carnaval. Las clases sociales no están discriminadas y todo el mundo participa libremente de la fiesta. Supusó la muerte de una época que duró demasiado y el principio de muchos cambios que después llegarían a consolidarse, como la aparición de las agrupaciones callejeras, la creación del Carnaval Chiquito o la recuperación de la calle como escenario natural del Carnaval. Un sinfín de innovaciones que actualmente perduran», celebra Fernández Repeto. Con la autoridad que les concedió el primer premio, los coristas de La Guillotina afilaron la cuchilla y la dejaron caer rodando la cabeza de las mal llamadas Fiestas Típicas. Eso sí, con un entierro de primera.