Carnaval

La democracia coplera, real y coral

El casco antiguo de Cádiz se llena de agrupaciones libérrimas, sin límites ni normas

Por  0:55 h.
La democracia coplera, real y coral

Puedes buscar todas las excusas que quieras. Que si eres mujer, que si no eres de Cádiz, que si estás solo, que si eres demasiado joven, o demasiado mayor, que si tus amigos se han rajado, que si eres de aquí y te conocen, que si no eres del lugar y para qué, que si sois muchos y ya ves, que si sois tres gatos y qué vergüenza, que si no sabéis cantar, que si cantáis demasiado bien…

Lo que quiera cada cual pero cada justificación equivale a una traición, a una renuncia sin justificación, a un ejercicio de cobardía sin mucho respaldo porque llega el domingo y todo el mundo que quiere, puede. Es evidente que el que se lo propone, canta, sale, dice y cuenta. Encuentras grupos de a uno, de mujeres para vengar el abandono masculino, de hombres por lo contrario, de pocos, de muchos, de la mitad y de ninguno, pero salen. Si quieres decir, dices. Y si quiere cantar, cantas. Todo lo demás son excusas de mal trovador.

No hace falta ser miembro de uno de los grupos célebres, de ‘Los del Perchero’ que arrastran multitudes hasta la espalda de San Lorenzo ni del ‘Gran Casino Guatifó’, que reúnen a una marabunta en el entorno de San Agustín antes de que la mayoría haya almorzado. No, esto es más democrático. Aunque no vayas al Falla, ni seas famoso, no hace falta para tener un corrillo de público experimental que concede el beneficio de la duda.

Casco antiguo de Cádiz. 15 horas del primer domingo de Carnaval y hay una prueba en cada esquina. Estalla el Carnaval sin condiciones. No hay criterio ni cortapisas, ni límites, ni reglas. Si no te atreves, eres un trapo, si no tienes valor, te lo echan en cara a cada paso.

Cada pequeña chirigota (las hay hasta unipersonales) te lo demuestra en cada parada del camino improvisado. Vas por la calle Ancha, por San Francisco, por Mina, José del Toro y San José, y vas sorteando los coros del Concurso Oficial en esos carruseles tan formales, tan previsibles. Y te encuentras las pruebas del Carnaval democrático, anárquico, ácrata. Es el que no tiene reglas, como Dios manda, el que no tiene reglamento como la reglamentación dice. Vas, el primer domingo, después del primer sábado, y te enteras de que la Segunda Aguada fue un hervidero antes de que comenzara todo. De que el hotel Barceló, en la esquina de la Avenida de Portugal, sirvió de imán para la media docena de ilegales impacientes. Y crees que ya no habrá tanta paciencia. Pero sí. Queda mucha, infinita.

Encuentras una chirigota de seis, vestida de monjas rosadas, tan divertida como vista: ‘A Dios rogando y con el mazo dando’. También hay sitio para los que han salido en agrupaciones legendarias, como ‘Los Yesterday’, pero ya no están para esos bailes y ahora son ‘Los Pintores Rupestres’, de neandhertales. Un poco más allá, en ese nuevo territorio propicio que es Rosario Cepeda, aparecen ‘Los conquistadores de Alaska’ que van vestidos de Mario Vaquerizo.

Pero no hay limitaciones geográficas, ni legales, lo demuestran, diez pasos más allá ‘Los Braveheart’ que vienen de Sevilla y estuvieron en el Falla. No pasaron por el certamen, pero están a 20 metros, los de la ‘Churrería Los Churretosos’, chirigota de muchos. En José del Toro, la venganza femenina: ‘Las malas de V’ sólo mujeres como se impone en muchos grupos tras décadas de dictadura masculina. Luego están ‘Los delfín del mundo’. Y ‘Los que vienen pisando fuerte’. Se definen como ‘romanteto’ porque son cuatro. Y ‘Los visto y no visto’. Y ‘Pa la Viña del Tirol’, antes ‘Un montón de mariquitas’. Y ‘La Esperanza es lo último que se pierde’, y ‘Los Countrybandistas’. Y ‘Al can-can y al vino, vino’.

¿De verdad que no te vas a atrever?