LA FIESTA EN LA CALLE

Exquisito aperitivo en la ciudad amurallada

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Exquisito aperitivo en la ciudad amurallada

 

Las invasiones nocturnas son silenciosas, pero en esta sonaban a veces los golpes de un puntero contra un tablón. Estaban dispuestos a dejarse ver durante su llegada porque querían conquistar a los ocupantes a base de sonrisas y segunda intención. La toma, por parte del Carnaval ilegal o callejero, del Pópulo, del último vestigio del recinto medieval amurallado de la ciudad, comenzó con una avanzadilla de romanceros. Son especialistas, que suelen ir en solitario, de dos en dos, como mucho. Su territorio natural es la calle aunque algunos hace un cursillo de un día en un teatro.

Sus rimas son las primeras en anunciar que el barrio invisible entre el Ayuntamiento, la Catedral y el mar se convierte en parque natural de una especie protegida (nunca todo lo que debiera) durante los días más suaves (martes, miércoles y jueves), los que separan el gran fin de semana que abre el Carnaval del que lo despide. Durante estas tres noches, El Pópulo le discute a San Lorenzo, El Cañón, San Agustín o La Viña el título de escenario de las coplas sin reglamento.

Anoche comenzó la edición 2012 de ‘Amoscuchá!’, una iniciativa de los comerciantes de la zona y LA VOZ que llega a su octavo año de vida. Arrancó en 2005 como una idea experimental. Como casi todas. Pero desde el primer año se erigió en un referente. Convertir el barrio más antiguo y cerrado de Cádiz, abierto al resto sólo por tres puertas, en un rincón privilegiado para las coplas era un reto ambicioso y complicado. Si no tenía éxito, moriría. Si lo tenía, se masificaría y perdería parte de su esencia. Y en la búsqueda de ese equilibrio, que se consigue durante muchas horas cada febrero, siguen el barrio, sus vecinos, sus hosteleros y LA VOZ. Como decía Salvador Fernández Miró, anoche en un chat con lectores y aficionados en el muro de ‘Amoscuchá!’ en Facebook, el problema es complejo e interesante: «La verdad es que este fenómeno de las ilegales -me encanta llamarles ilegales- es un poco el pez que se muerde la cola. Las agrupaciones salen donde hay gente y, si hay gente, hay ruido», aclaraba.

Pero el más rostro más reconocible de los romanceros, que este acudió como ‘ayudante’ de un muñeco, ‘El Gran Charly’, al que le sujeta el tablón, admite que las ilegales también precisan en cierto modo de ese bullicio: «Somos animales de costumbres, y nos gusta repetir los sitios en los que disfrutamos en años anteriores. Repetir supone tradicionalizar los lugares, hasta hacerlos casi míticos… La escalera de correos ha sido llamada la catedral del Carnaval calllejero». Compleja ecuación pero merece la pena intentar resolverla, tratar de volver a las proporciones necesarias para poder escuchar con calma. Anoche, El Pópulo, lo consiguió de nuevo. En la primera noche de tres, la dedicada a los romanceros, el público acompañó en cantidad y modos. El recinto amurallado se dividió en respetuosos corros, primero media docena, luego, el doble.

Los grupos suficientes para escuchar con calma, con la pausa y el respeto al vecindario que estaba en el origen de la idea. Ante la Catedral, impecables miembros de la ‘cosa nostra’ le daban al popurrí para formar una nube en la plaza vacía. Al entrar por el arco de la Rosa, en la plaza de San Martín, canta ‘Ingreso al futuro’. Como a las ilegales no les gustan las leyes, aunque fuera la noche de los romanceros había otra decena de chirigotas.

Las calles, tranquilas, paseables, y en cada esquina, un motivo para parar. Mucho antes de medianoche, ya se veía a los mejores romanceros: ‘The wall’ con Calixto Revuelta y Sergio Torrecilla; Paco Mesa, el mencionado Fernández Miró, ‘La verdadera historia del hombre del saco’, ‘La verdadera historia del Ratón Pérez’ o un guardia real de Gibraltar que fundía con el mejor concepto de poca vergüenza monólogos, romancero y cuplés.

El reino ilegal demostró anoche que tiene un hueco, importante, para el romancero, que ha adquirido una dimensión inimaginable. Hace cuatro años celebraban su concurso casi a escondidas en salones de actos de colegios como La Salle Viña y San Rafael. En 2007 alcanzaron el traslado al Falla, de donde ya no han salido.

En esta década, como muestra de admiración y apoyo, los promotores de ‘Amoscuchá!’ le dedican una noche, la primera, la de los martes, de forma monográfica. Ojalá sigan llegando novedades, propuestas porque, con todas sus dificultades, son el síntoma de la gran acogida de una tradición secular, una de las más peculiares del Carnaval de Cádiz.