El mundo del tango se vuelve más graciso y moderno

Un gran innovador fue Julio Pardo con El callejón de los negros

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Si el Tío de la Tiza levantara la cabeza no sabríamos exactamente qué pensaría. Conociéndolo por referencia como lo conocemos podríamos pensar que se echaría las manos a la cabeza, aunque como dice José Manuel Valdés, uno de los autores de la actualidad, seguro que le gustaría su coro. Nunca lo sabremos.
El coro ha sido tradicionalmente la modalidad más inmovilista del concurso de agrupaciones del Gran Teatro Falla desde tiempos inmemoriales. Siempre se ha regido por unos cánones que parecían infranqueables e inamóvibles ya que, independientemente de que estuviésemos en Fiestas Típicas o Carnaval, parecía una utopía que algo pudiera cambiar en el mundo del tango.
Las primeras innovaciones, por así decirlo, se produjeron en las dos últimas décadas del siglo XX. De esta manera en 1981, Adela del Moral se atrevía a escribir un coro mixto bajo la denominación de Mariscaores Gaditanos, al que seguirían Piconeras y Franceses Olé Gaditano y Plaza de Mina, hasta llegar a alzarse con el primer premio con La viudita naviera y, posteriormente, con Watussi, lo que vino a corroborar que además de vanguardistas fueron buenos. El grupo desapareció de las tablas pero algunos siguen fieles al tango como podemos disfrutar todos los años en la calle con el coro ilegal de Luis Frade, que igualmente tuvo mucho que ver con lo sucedido en los 80.
Un gran innovador fue también Julio Pardo con El callejón de los negros. Él fue el primero que se atrevió a introducir percusiones en las bateas. Se arriesgó mucho aquel año y se llevó un segundo premio, lo que para mucho fue un auténtico cajonazo.
Algo parecido ocurrió en la década de los 90 en San Fernando con el grupo de la peña Colorín Colorao. Tras varias comparecencias vivieron una época dorada que se vio refrendada con dos presencias consecutivas en la Gran Final del concurso de agrupaciones. El nombre de Paco Melero también pasó a la pequeña gran historia del Carnaval. En la actualidad siguen concursando salvo pequeños paréntesis para algún que otro año sabático. La segunda mitad de la década está reservada para Kiko Zamora y Faly Pastrana que se atrevieron a sacar un coro con muy pocos componentes y que pegaron un auténtico pelotazo con Los últimos de Filipinas.
Tuvo que llegar el siglo XXI con el famoso efecto 2000 que apenas se dejó sentir en los ordenadores pero que sí tuvo su influencia y decisiva para las bateas. Ese año, Emilio Gutiérrez Cruz, El Libi, decidía involucrarse en la creación de un coro. El nombre ya aventuraba que no iba a ser un coro demasiado al uso: Muerte al Gordo….entre Comillas y Argüelles. Aquel grupo sí que innovó por derecho y se metió de ley en la Final. Pero su otro autor, José Manuel Valdés, decidió mantenerse fiel a esa línea y ha conservado el estilo tan singular, independientemente de los resultados obtenidos con posterioridad.
Otro ejemplo que merece destacarse es el que protagonizan a mediados de la presente década un grupo de jóvenes chavales procedentes, en su mayoría, del barrio de la Viña. Sí curiosamente ese enclave es conocido por su clasicismo ellos rompieron esa barrera para presentar un coro mixto totalmente revolucionario. Al principio chocaron enormemente con el público y, sobre todo, con el jurado que les puntuó muy bajo. Sin embargo en 2008 lograron meterse en semifinales con Qué Bahío y el pasado miércoles dejaron unas excelentes sensaciones con El supercoro.
Precisamente hace un año se produjo un salto cualitativo importante en el mundo del tango con la irrupción del denominado coro a pie. La idea se venía gestando desde hace tiempo y para culminarla se buscaron un letrista y un músico de cierto postín: por un lado, Francisco Javier Sevilla Pecci y, por otro, Constantino Tovar Verdejo. Llegaron al Falla con pocas pretensiones pero desde el principio encandilaron por la música de su tango y por el repertorio en general. Fueron superando fases hasta situarse en la Gran Final donde se alzaron con el tercer premio. Como suele sucederle siempre a cualquiera que ose renovar despertó amores y odios casi por igual. Hasta el punto de que su irrupción provocó un debate interno en el seno del Carnaval sobre el número de componentes que deben tener los coros que cantan en el Falla, con amenaza de plante incluida.
En 2009, la hija de Julio Pardo ha conseguido convencer a un grupo de mujeres para llevar a las tablas al primer coro íntegramente femenino de la historia. Probablemente algo va a cambiar en el coro de aquí al futuro. O si no que le pregunten a Nandi Migueles.