REPORTAJE | BICENTENARIO

El Carnaval contra Napoleón

A pesar de las prohibiciones y el asedio francés, los gaditanos celebraron el Carnaval del año 1812 con fiestas, disfraces y letras para burlarse del invasor

Por  2:38 h.
El Carnaval contra Napoleón

Doscientos años de libertad. Doscientos años de derechos. Doscientos años de La Pepa. Este año el Bicentenario lo inunda todo, y como no podía ser menos, también el Carnaval. Desde que empezara el Concurso de Agrupaciones del Gran Teatro Falla han sido muchos los grupos que han dedicado letras a la celebración. Lo que no ha sucedido hasta ahora es que alguien se acuerde precisamente de cómo se celebraba el Carnaval en la ciudad hace doscientos años.

Algunos investigadores e historiadores se han dedicado a estudiar la fiesta como un factor clave en el espíritu de resistencia que elevó a leyenda el carácter y la valentía de los gaditanos en la lucha contra el ejército francés.

Una de las personas que han profundizado en el estudio de la historia del carnaval gaditano, Alberto Ramos Santana, escribe: «Tengo para mí que la historia del Carnaval es la historia de una lucha por la libertad, o lo que es lo mismo, de una lucha por la supervivencia. Repasar las disposiciones emanadas desde el poder sobre el Carnaval es leer una larga lista de prohibiciones y cortapisas que tratan de hacer desaparecer o controlar una manifestación popular que solo se desarrolla en un marco de libertades públicas».

Igual que ocurre en la actualidad, con los carnavaleros plantándole cara a la crisis y a los malos a base de palos musicales, los gaditanos de principios del siglo XIX se enfrentaban a un escenario realmente duro supliendo los embargos y el miedo con ironía y máscaras. Cádiz siempre fue tierra de carnaval. El hecho de que la ciudad se convirtiera en la puerta del comercio con América atrajo hasta ella a prósperos comerciantes venecianos y genoveses, que trajeron consigo la opulencia de sus carnavales de origen, con las máscaras y el lujo de sus disfraces. A la vez, el puerto gaditano sirvió como punto de entrada a los sones africanos y americanos, inyectando a los oriundos la cadencia de habaneras y tangos. A día de hoy, no se concibe en Cádiz la manifestación musical de la fiesta sin estas influencias.

Hay que recordar que la ciudad vivía en los años previos a la celebración de las Cortes y en el propio 1812 una situación límite, asediada por las tropas napoleónicas. En 2012 la crisis no ha podido con las ganas de Carnaval, como tampoco pudieron en su momento las bombas de los franceses. Si ahora las penas son más llevaderas tomándose a broma los desmanes de Iñaki Urdangarín, los desafortunados comentarios de Cayetano Martínez de Irujo o las decisiones de Zapatero y Rajoy, en el Cádiz asediado eran las tropas francesas y, especialmente, Napoleón Bonaparte, los que se llevaban las mofas carnavalescas. Tonadillas, sainetes o canciones patrióticas servían en la época para ridiculizar al enemigo. Fiestas privadas o actuaciones en los muchos teatros de los que disponía el Cádiz del XIX servían para dar a conocer estas letras, que también se repartían en cuartillas o pequeños libretos impresos en la propia ciudad. Uno de los versos más populares de la época decía por ejemplo: «Por una real provisión, se ha mandado publicar que la silla de cagar se llame Napoleón. Por esta misma razón, se dispone, y se decreta se publique por Gazeta, y en un capítulo aparte, que se llame Bonaparte todo común, o secreta».

Se aprecia con estas letras que, más allá de los cambios en cuanto a modas o músicas, la ironía, símbolo indiscutible de la idiosincrasia gaditana, sigue tan vigente como en 1812.

Fue el Carnaval de la época especialmente satírico y burlón con los gobernantes y los aspirantes a serlo. Y todo ello ocurrió ignorando el asedio de los franceses. A pesar de las constantes prohibiciones y que incluso había penas de cárcel para quienes faltaran a normas como no hacer fuegos artificiales o echar agua por los balcones, en lo que era una llamada general al recato, los gaditanos se siguieron disfrazando, cantando y celebrando fiestas. Hay cosas que nunca cambian.

 

Una de las letras de la época doceañista:

Ea, mucachas, bailad

y en Cádiz reine el placer,

que a los franceses aún

les estoy viendo correr;

y cuando cuenten allá

cómo les fue por aquí,

tengan la seguridad

de que los echan de allí.