El Carnaval en tiempos de pandemia

Carnaval de Cádiz 2020

El Carnaval como terapia en tiempos de pandemia

El carnavalero se queda sin Concurso, sin coplas nuevas, sin fiesta en la calle, pero nunca sin Carnaval, esa medicina que fortalece su sistema inmunitario para afrontar la existencia con una sonrisa

Por  7:03 h.

El humor salvará al mundo. Y el Carnaval, al gaditano: o más bien al carnavalero, pues aunque esta tradición sea de Cádiz en origen, no lo es en propiedad. Mientras la humanidad se hunde en la mayor crisis del nuevo milenio (sanitaria, económica, social), esta tierra tan peculiar resiste. El loco febrero, tan desequilibrado que abarca enero y concluye en marzo, ofrece un bálsamo terapéutico para curar o al menos tratar la enfermedad del alma. Una vacuna para erradicar la tristeza, atenuarla en tiempos de zozobra, un refugio donde reconciliarse con la alegría y la risa.

 

Es una fecha amarga: sin Concurso, sin coplas nuevas, sin disfraces ni tipos, sin fiesta en la calle, sin cuplés ilegales. Pero no es un año sin Carnaval. Rotundamente no. El Carnaval no sólo forma parte de la idiosincrasia de este rincón sino que está aferrado a los huesos del aficionado. Es su propio sistema inmunitario, que le permite encarar la vida con la rabia justa para superar sus adversidades y el carácter para relativizar las miserias subvirtiendo el orden para anteponer la sonrisa. Y es ahora en la debilidad cuando hay que fortalecerlo.

 

«No es una fiesta más, ni una feria de tantas». La Historia es incapaz de ajustar su inicio, pues durante siglos ha acumulado nombres y términos para intentar definir esas maneras del gaditano de desafiar a la vida misma. De las bacanales y las saturnales a las fiestas típicas, llamen como quieran a esta manifestación popular y espontánea que se asume desde la cuna como el mar, la luz, el viento y la humedad. ¿Desde cuándo?

 

La historia del Carnaval de Cádiz a través de las imágenes

El Carnaval del Covid-19, el limitado que no el invisible, sorprende entre los ‘millenials’ que no alcanzan con su mirada más que hasta la punta de su nariz; pero en su peregrinar ha sorteado mil y una vicisitudes, guerras, dictaduras, persecuciones y hasta otra pandemia: la de la mal llamada gripe española que fulminó los festejos en 1919, hace justo un siglo. También se impidió su celebración del 37 al 48 por la contienda civil y la posterior orden del Régimen, que lo recuperó para sacar a Cádiz de su profunda depresión tras la explosión del polvorín. Y de nuevo Carnaval como terapia para curar los males del alma. Siempre.

 

Para sanar los males del alma

 

Tan profundo, tan etéreo y tan arraigado, que no resucita porque simplemente no puede morir. En estos días vuelven a sonar las falsetas del tango, los acordes del pasodoble, el pito en el estribillo con las baquetas en la caja redoblando al 3×4. Existe un patrimonio riquísimo, amplio, fraguado con el paso de los años que permite recurrir a estos recuerdos como la medicina para sobrevivir mentalmente a esta pandemia.

 

Los carnavaleros han abierto su viejo cajón y compartido con todos coplas, sonidos, vivencias, imágenes, experiencias, recuerdos que esta vez, por suerte, se viralizan para contrarrestar los efectos del maldito bicho. Estas fotografías que entremezclan el Cádiz del ayer y el de hoy, tejen una fiesta que en su crecimiento ha reventado las costuras del Concurso pero que en la calle late y vibra con una fuerza desconocida.

 

La tradición es costumbre que no se pierde y en las ondas, en la red de redes, sobre el papel, otra vez se sienten y escuchan esas letras que van trazando la historia de la ciudad. A su vez, autores, componentes, medios y aficionados, libres del veneno que inyecta la competición, habitan los lugares comunes y entienden que la grandeza de esta fiesta pasa por comprenderla como un todo, enriquecido en su diversidad, y no como la suma de diferentes partes. Es una cadena que necesita fortaleza en todos sus eslabones para que no se quiebre por ningún resquicio que se presente débil o desgastado.

 

El 2021 nos obsequia con un Carnaval diferente que no debe perder su esencia. Es un periodo maravilloso no sólo para recordar las mejores coplas sino para reflexionar sobre el presente y el futuro reciente de esta fiesta. Han de tomar la palabra todas las fuerzas vivas que tras la disolución del Patronato deben sonar con mayor fuerza para alcanzar repercusión. Lograr una mayor representatividad, que todos se sientan parte de algo que curiosamente ya forma parte de ellos. Hay que definir qué Carnaval queremos y cómo lo queremos ahora que el tiempo, traicionero y veloz, ofrece esta tregua inesperada. Letristas y músicos, componentes, aficionados, artesanos, políticos, periodistas se someten a esta terapia para hablar y escuchar, para sentir y decidir sobre esta locura que todo lo cura.