Dos penitas chicas

Fiesta atípica

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Los que organizan ahora el Concurso han conseguido muchas cosas en poco tiempo. Han logrado sacar ese ambiente cuartelero de crispación que se había instalado en la organización de un certamen que nunca deja de ser un entretenimiento y un cachondeo (por muy en serio que nos lo tomemos). Han acorralado la reventa, para llenar el Teatro Falla de aficionados normales, y han devuelto a la última gran noche ese ambiente festivo que sólo propician los que se alegran de estar allí.
               
Por eso, porque quizás nos han acostumbrado mal, molesta más esa pequeña china que se ha colado en el zapato. La parte de espectáculo que tiene todo esto no puede prescindir de las dos noches en las que la gente que trabaja (aunque cada vez sea menos) puede permitirse el homenaje de coplas, trasnoche y encuentros que supone ir al Falla.
               
Sin dramatismos, podríamos arreglarlo para otra vez. O podríamos reaccionar a tiempo si aparecen cambios de última hora como en este año. Tampoco hay que exagerar. La influencia de Concurso en la hostelería de la ciudad es mínima (excepto para los locales muy cercanos al Teatro Falla), pero aún así es una noche que debe cuidarse, nunca ignorarse. Esos dos sábados perdidos son dos penitas chicas. Ojalá sean sean  todas las que vivamos este año.