polémica

Del vapeo a la indignación con escala fija en Aragón

Las referencias a la situación política y social o las menciones a las comparsas que renunciaron al Falla están en la mitad de los repertorios

Por  7:38 h.
Del vapeo a la indignación con escala fija en Aragón

Si es viernes y hay Falla, estamos en Cádiz. Y es febrero. A estas alturas, en este lugar, hay más de mil personas que deciden ponerse a cantar en público, en el primer teatro de la ciudad, con cámaras y micrófonos de todos los colores, lo que les da la gana. Así las cosas, la duda radica en saber qué les da la gana decir ahora que tienen ocasión. Durante décadas, el Concurso se consideró un termómetro social, una exhibición de periodismo cantado y ciudadano, cuando las redes sociales eran un delirio de ciencia-ficción. Ahora, en el año 14 del siglo XXI, hay tantas vías de comunicación individuales y colectivas, tan activas e intensas que resulta redundante preguntar qué le preocupa a la población cuando canta y compone letrillas, críticas o no.

Para criticar hay muchos foros hiperactivos y de funcionamiento diario, las 24 horas, así que mejor preguntarse qué cantan. Puede usarse como termómetro para esta prueba, carente del menor rigor científico, las dos sesiones centrales de la semana, las de miércoles y jueves. Conviene adelantar que a veces los temas frívolos se imponen a los densos, que la televisión influye mucho desde hace más de 15 años y que durante la primera fase suele cantarse lo que se considera más flojo, o lo que los grupos creen que cantarán todos sus competidores, para eliminar el lastre de la redundancia y reservar las sorpresas, la aportación propia, para más adelante.

Con esas premisas, generosas para los que simplemente no dan más, hay material para hacerse un listado de los asuntos más cantados.

El primero de ellos vuelve a ser el propio Concurso, el propio Carnaval. Las agrupaciones han avanzado en la tendencia, ya acusada en los últimos años, hasta hacerla omnipresente. Como dato, valga que cinco de las ocho agrupaciones del pasado miércoles, cuatro de las ocho de ayer, mencionaron de una u otra forma la ausencia de Juan Carlos Aragón y los hermanos Márquez Mateo. Parece obligatorio. En los cuplés, una sorpresa, frívola e irrelevante, pero llamativa: el uso de cigarros electrónicos o vapeo se ha erigido en protagonista de un tercio de los escuchados. Como cada agrupación tiene seis piezas distintas que interpretar, siquiera en un sólo pase, hay espacio para algo más que los asuntos internos o el repaso a los hábitos de consumo.

El tono de la crítica política ha subido. Mucho. Hasta dispararse. Las menciones a Teófila Martínez, anecdóticas hasta ahora, se han multiplicado. Las críticas a la situación política y social (bien recortes, bien corrupción, desempleo, desahucios o desplome de la industria) aparecieron en la mitad de todos los repertorios de miércoles y jueves. En ocasiones con términos muy duros, infrecuentes en años anteriores, con menciones al regreso a la democracia o a la pérdida de libertades. La crítica, por tanto, se mantiene viva en los repertorios de Carnaval. Aunque ahora tenga otras vías por las que hacerse público y comunitario.