El peor Concurso de la historia. ¿Es posible? La unanimidad de autores y componentes, especialmente los que lucen y nutren el Concurso de Carnaval, asusta. La amenaza conduce al aviso y de ahí al abismo, que se atisba en el horizonte. Las coplas quedan al margen, pues la calidad vocal y musical se mantiene con los altibajos lógicos de los años, y el compañerismo se ha fortalecido con las excepciones típicas de los ‘malos perdedores’, cada vez menos numerosos y más discriminados. El resto, un horror, con proliferación indignante de la mediocridad y síntomas preocupantes para la modalidad de chirigotas.
Pero es que este edificio reviste un serio problema de equilibrio en sus cimientos. El COAC ha engordado tanto que ha reventado las costuras. Hace más de dos años y medio que desembarcó el nuevo equipo de Gobierno, con un carnavalero como José María González ‘Kichi’ como alcalde, y la organización no ha ido más que sumando despropósitos edición tras edición. De tanta gravedad que se multiplican las voces que piden que sea el propio Ayuntamiento quien organice el Concurso del Falla y se lo arrebate a los ‘carnavaleros’, mal representados en el Patronato. Si mandan unos a su antojo, al menos que sean votados democráticamente en las urnas y no sea un coto cerrado con miembros que decidan por su propio interés.
El presidente que no pudo elegir a su jurado
El fiasco comenzaba con el nuevo método de elección del Jurado. Primero anunciado que sería a suertes, luego tras un proceso de selección de los que presentaran su currículum tanto para ser presidente como vocales. Una fórmula más democrática y abierta, pero que no convence. El presidente, la cabeza visible que además no tiene voto, no elige a su equipo (los selecciona entre quienes se presentaron), no conoce a quienes se sientan a su lado y deciden y eso es un peligro pues es la persona más expuesta. El otro modelo no era el mejor, pero éste parece aún peor.
La letra, discriminada con respecto a música e interpretación
La nueva manera de puntuación, además de extremadamente compleja, no soluciona los fallos de la anterior e incluso crea problemas nuevos. Dividir en tres la letra, música e interpretación resta importancia a la primera, a la literatura, pues le concede un 33% de importancia en esa pieza. Una copla magníficamente cantada y con una buena música se valora más que una letra excelente. En cristiano: un cuplé malísimo pero bien cantado le gana a uno bueno pero peor interpretado. La aparición de los decimales, la diferencia de centésimas entre las agrupaciones en pases decisivos y en la entrega de premios algo surrealista por su complejidad cuando los protagonistas piden que se haga una valoración más global que estrictamente matemática.
El ‘apto o no apto’ no termina de convencer
El ‘apto o no apto’ ha resultado ser muy deficiente. No se valora a los grupos que se han quedado fuera, tratando igual a quien se ha quedado en el corte que a la última. Golpe sobre todo para esos jóvenes que no pasan a cuartos pero luchan por ir creciendo cada año y ahora no pueden comprobar su evolución. Manga ancha con los grupos mediocres que no se darán por aludidos y seguirán empobreciendo el certamen. En cambio, para muchos el único problema es la denominación, que se cambiará a ‘clasificado y no clasificado’. Ofendiditos.
Sin puntos en preliminares, con sus pros y sus contras
Adjunto a esta decisión sigue dividiendo la fórmula del arrastre o no desde preliminares. Para unos empobrece el Concurso, especialmente esta primera fase en la que los grandes no compiten y dan pases decepcionantes, y es un sinsentido si se quiere valorar el repertorio completo de una agrupación. Para otros, da mayor lustre a cuartos, semifinales y final, elevando el nivel entonces y dejando el estreno para una primera toma de contacto. División absoluta, y por eso se va intercalando esta medida, que parece se repetirá en 2019.
La improvisación del inicio y el error de que no cierre un cabeza de serie
Otra prueba de la desorganización e improvisación se vivía a escasas semanas de que comenzara el COAC. Iba a comenzar el 7 de enero, luego se pensó en el 8 y se quedó el 9. Todo en cuestión de horas, y motivado porque la Navidad estaba muy pegada al inicio del evento. Cosa que ya se sabía. Eso obligaba a variar la fórmula del pasado año con seis agrupaciones por pase, aumentando hasta 7. Y como en una cadena de errores, ya no cerraba sesión la cabeza de serie, que actuaba en sexto lugar como marcaban los estatutos y dejaba a una modesta para el último momento, con la bochornosa espantada de público. En 2019 las fechas conceden mayor margen y se volverá a las preliminares de seis. Todo depende de la Cuaresma, de la Semana Santa, y es que la mayoría se niega a apostar por una fecha fija.
Sin descanso en semifinales y la Gran Final
Ya en pleno Concurso, se cambiaban las normas. No estaba fijado el número de agrupaciones por modalidad que se clasificaban y se tuvo que hacer durante el certamen. Intento de cambios de bases y una última patochada: el Patronato decidía eliminar el intermedio en semifinales y en la Gran Final debido a la pobre imagen del Teatro cada vez que se volvía del descanso. Un espectáculo de 7 horas y finalmente de 12 sin tiempo para avituallarse más que entre los montajes de las agrupaciones. El espectáculo gana en agilidad pero ¿no habría que debatir los pros y los contras durante un tiempo y preguntar a todos, hosteleros y televisiones incluidos, qué es lo más beneficioso? ¿Cuántas personas tomaron esta decisión tan importante? ¿Dónde queda la tan cacareada participación? ¿El Concurso del pueblo? Más bien, un concurso de pueblo, con todo el respeto para los pueblos.
La cantera toma las sesiones de adultos
Como última muestra de improvisación, y en caliente por la falta de aficionados en la Final de juveniles, se incluía a agrupaciones de la cantera durante las sesiones de adultos para darle cariño a los jóvenes carnavaleros, al futuro de la fiesta. Después de la primera actuación pese a que se quiere recortar el tiempo de duración de las fases. Ahora, nueve mayores y una pequeña y terminando más allá de las tres de la madrugada. Además, en pleno ‘prime time’ televisivo y contra la opinión de quien paga los cuantiosos derechos de imagen. Obligando al que paga una entrada de adultos a ver una juvenil o infantil, que lo mismo podría cantar antes del inicio de la sesión como telonera. Medida políticamente correcta pero ¿en serio efectiva?
El nuevo logo: primero que sí, y después que no…
Anecdótico, pero otra prueba de improvisación. A finales de 2017 se elegía un nuevo logo para el COAC (Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas). La concejalía de Fiestas gastaba 10.000 euros en la nueva identidad gráfica del Concurso. Sin explicación, sin informar absolutamente de nada, un día apareció sobre las cortinas coloradas del Falla en lugar del mítico emblema del Teatro (GTF). No se informó de la diferencia y por ello surgieron las críticas, incluso de las agrupaciones en su repertorio, hasta que otro día desapareció. Sin más.
El Falla es el Carranza con más jaleo
Al margen de la pura organización, el ambiente es cada vez más extraño, imposible de comprender ni de predecir. Se impone el hooliganismo con algunos grupos que llegan el Teatro Falla de familiares que les jalean como si fuera un estadio de fútbol, condicionando al propio Jurado. Ya es perceptible desde el anuncio de la función por parte de Eduardo Bablé. Y en cambio, frialdad absoluta ante repertorios de calidad. El recurso fácil es criticar lo foráneo, pero va más allá, porque también ocurre con un público local. Es una afición maleducada carnavalescamente hablando, que no distingue la calidad ni respeta el mínimo decoro de un escenario de prestigio nacional. Incluso se permite el lujo de insultar y abuchear al Jurado como si se tratara del árbitro.
El sistema de venta de entradas sigue en el disparadero y no acaba con la reventa
Esto vuelve a abrir el debate, que nunca se cerró, sobre la venta de entradas. Hasta la fecha, mitad en taquillas, mitad por internet. Los autores locales desean que se aumente el primer porcentaje, para favorecer a un público más cercano, pero salen ganando especialmente aquellos que tienen tiempo de sobra (sin importar su procedencia) para formar colas durante semanas sin saber ni cuándo ni dónde saldrán a la venta (Colegio San Felipe Neri, Baluarte y Estadio), ofreciendo una mala imagen para la ciudad. Esta vez hasta interfirió en la seguridad de un partido de fútbol en Carranza, el Cádiz-Sevilla, por el que se varió el emplazamiento. Además, se ha frenado pero no eliminado la reventa, pues ahora el ‘recomprador’ entrega el DNI a quien se gana el dinero esperando frente a la ventanilla.
El precio de la mediocridad
En esta edición han participado 136 grupos. Récord histórico, una vez más. Y las buenas siguen siendo las de siempre, por lo que el aumento se produce en las agrupaciones de calidad media-baja. ¿Sorpresas positivas? ‘Pueblo llano’, ‘Este año nos veréis en el altar’, ‘Los pinchapelotas’ y poco más. Más cantidad no es sinónimo de calidad. Sólo por cantar en el Falla los intérpretes se embolsan 1.300 euros en concepto de derechos televisivos, más la diversión y la media hora de gloria. Condicionantes para que el monstruo siga engordando pero a base de ‘fast food’.
La crisis de la chirigota
La chirigota comienza a mostrar síntomas muy preocupantes. ¿Crisis? Al menos, merece un momento de reflexión. Es la principal víctima de la globalización y se está imponiendo un humor televisado más allá del propio y característico de esta tierra. Cambian los patrones y se pierde esa chispa, esos golpes. Las redes sociales revientan los chistes, Youtube quema los repertorios y muchos aficionados no se identifican con un tipo de humor impostado, más para gustar al gran público (de fuera y de dentro) que con la intención de preservar la esencia, castigada en el Concurso. Se busca la respuesta rápida de butacas y gallinero, la puntuación del Jurado basándose en sensaciones y no en repertorio. No se ha producido el relevo generacional porque la calle se lo ha robado. El ingenio pervive en las esquinas de la Viña más que en Fragela.
Las redes sociales, el gran enemigo del carnavalero
Twitter ha sustituido a la prensa e incluso al Jurado como el enemigo número 1 del autor de Carnaval. No hay letrista, músico, componente, que no rabie con la actitud de estos tuiteros. Las críticas son más duras, sin filtro, y en muchas ocasiones escondidas en el anonimato. El propio Vera Luque, con cuatro primeros premios en cinco años, asegura que el mes de Concurso “es el peor de los doce que componen el año” y señala a estos advenedizos. Suena fuerte, pero hay carnavaleros muy tocados que se plantean abandonar cansados de estos comentarios malintencionados. No vale el consejo de que no hagan caso porque al final se filtra y penetra en la burbuja. Y la organización del Concurso se puede mejorar, pero a este corcel no hay quien le ponga las riendas.