Conciencia, déjame en paz

Por  11:06 h.

Cuando se cierren las cortinas y te encuentres sólo ante la libreta de puntuación puedes escribir lo primero que se te ocurra o te pida el cuerpo. Es muy difícil dar con alguien que sentado en el trono de ‘rey de los que entienden de esto’ se resista a la tentación. Más tarde o más temprano acaba por perder la concentración y lo que empezó como un solemne ejercicio de honestidad, rectitud y respeto se convierte en un pequeño pasotismo o acomodamiento soslayado, cómplice de la sabiduría de otros con más experiencia. Aparte de oír más la opinión popular que la propia voz interior, que últimamente empieza a volverse demasiado meticulosa (déjame en paz, conciencia, que estoy loco por acabar).
Si a los concursantes no les gusta el veredicto la culpa en un 80% es de ellos, porque en su momento, a la hora de elegir a los que se presentan a jurado, no aparece nadie.
 Porque los carnavaleros de Cádiz, salvando honrosísimas excepciones, sólo entienden de porrazo y zoplío. Y si acuden a alguna asociación es ‘pa’ preguntar cuándo cobran los derechos de imagen. Pero el compromiso, la responsabilidad de hacer grande lo nuestro, de defenderlo ante cualquier agresión (política o social), de cuidarlo y venderlo como hay que vender esto. Eso es mucho pedir. Eso que lo lleve Valdivia que le gusta pelearse con ‘tó’ el mundo y el Villanueva que le gusta charlá tela.
Es muy raro oír una letrilla que agradezca al propio Valdivia y a Martínez Ares el hecho de que los componentes tengan hoy un premio extra al final de cada ejercicio. Ellos lo lucharon y fueron criticados por sus propios compañeros, «esta gente ‘ná’ más que quiere  quedarse con ‘tó’ el ‘pasté’».
Cádiz, no vamos a cambiar. Por lo menos tened la decencia de no rajar en la prensa cuando os den el cajonazo. Porque los que quedan ahí, los que están en la final, son gente con todo el derecho del mundo a tener la ilusión y la alegría de ganar. Y se merecen todo el respeto y todo el aplauso.