Carnaval de Cádiz

Antonio Martín: “Quien contrata a un carnavalero quiere comprar un trocito de Cádiz”

El viejo coplero se siente orgulloso y "reconocido en vida; no como Manolo Santander y Juan Carlos Aragón, que se tuvieron que morir para que los elogiaran"

Por  7:00 h.

Cada palabra, cada gesto o mueca, arruga, cada mirada de Antonio Martín García cuenta una historia de Carnaval. Es un monumento a la fiesta tallado en piel y hueso. El viejo coplero se hacía a un lado tras haber competido en seis décadas, desde ‘Los mayordomos’ (1968) hasta ‘Ley de vida’ (2017). Ha desafiado a todos los grandes, desde Alba, Villegas y Romero a Tino, Aragón y Martínez Ares. Aún se percibe melodía en su voz sólo en el habla. Es esencia del gaditanismo y precisamente enarbola ese estandarte para guiar por la senda correcta a quienes les ciegan los rayos del éxito.

 

Ahora ejerce de aficionado. Sería interesante ver el nuevo Carnaval a través de los ojos de esta institución. Asegura que únicamente ejerce la crítica fiera y contundente cuando la copla “se despega de Cádiz”. Es el callejón sin salida de esta tradición, del folclore gaditano, porque no se sostiene sin su origen e identidad. Que tomen nota sus ¿herederos?

 

-¿Cómo está llevando esta dura situación?

 

-Metido en casa, no hay quien me mueva. Aunque ahora me están llamando de muchos sitios. Hay que esperar a que esto amaine un poco porque el virus incluso se ha llevado a amigos míos. Salgo puntualmente, casi nada.

 

-¿Y cómo está viviendo este extraño Carnaval?

 

-Pues llevo un par de años como aficionado. No empedernido. He estado toda la vida haciendo coplas y ahora sigo el Concurso de manera puntual. Cuando llega el COAC veo por la tele lo que me dicen que está bien, lo que ha gustado por redes sociales. Sólo seguía siempre a la chirigota de mi querido Manolo Santander, al que tenía mucha querencia. El resto lo seleccionon.

 

-¿Ha ido desapareciendo ese veneno de tantos años al pie del cañón?

 

-Cuando estás compitiendo, ese mismo veneno lo tenemos todos. Más yo, que siempre me he implicado en las seis décadas en las que he participado (60, 70, 80, 90, 2000 y 2010). Durante muchos años me encargaba de hablar con el sastre, la decoración… me metía hasta en la sopa. Cierto que al final sólo se hablaba con el artesano, se le decía la idea y ellos la desarrollan de manera excelente.

 

-En este tiempo, ¿ha pensado en volver?

 

-Cuando una piensa que lo ha hecho todo… No es que no tenga fuerzas, pero es que he conseguido lo máximo y no sólo a nivel de premios, sino del cariño de la gente y el reconocimiento. No me queda nada por hacer. Además, ya me di cuenta de que esto ha cambiado, el lenguaje y las formas. Ya no es mi guerra, parto en desventaja. Ahora los aficionados están con los más jóvenes, y a ellos les pasará lo mismo cuando se hagan mayores, por no decir viejos. Entonces, ¿yo aquí que hago? Alguna colaboración puedo hacer pero sin el afán de competir, que desgasta mucho. Estoy saturado, esto nos lo tomamos muy a pecho.

 

-¿Se ha sentido valorado en el Carnaval?

 

Absolutamente. He tenido el reconocimiento en vida, como debe ser. La medalla de Cádiz, de Andalucía, la plaza de la Cruz Verde, la estrella en el Falla… Más los premios, el cariño de una afición que me acompañó siempre, muy fiel. Me lo han demostrado en vida. En cambio, fíjate lo que ha tenido que pasar con Manolo Santander y Juan Carlos Aragón. Se han tenido que morir para que les elogiaran. A Santander no le perdonaron tanta Viña y tanta Caleta. Eso también le pasó a Paco Alba, que cuando muere salen todos esos derrotistas llorando por las esquinas. ¡Habérselo hecho en vida!

 

“No crítico la letra o la música, sino que se despeguen de Cádiz”

 

-¿Y cómo es Martín de aficionado? ¿Crítico, benevolente, exigente, comprensivo…?

 

-Sólo me planto en el papel de crítico cuando se despegan de Cádiz. Hay autores que instintivamente, como estamos tan necesitados de ganar dinero en esta Cádiz tan castigada, se alejan de la esencia. Se equivocan. En lugar de cantar a la torre Eiffel hay que cantar a la torre Tavira; menos Liceo y más Falla. Se duda porque hay mucho público foráneo y se cree que no lo entenderán. Sé que poetas contemporáneos y modernos me han criticado esa fijación por mi tierra.

 

No critico una letra o una música o una idea. Sino la forma, porque estamos perdiendo nuestra idiosincrasia. Nada más abrirse telón, antes de cantarse la primera estofa, ya has de saber que va por Cádiz por la forma hasta de mirarte el coplero. No se puede perder por escuchar un olé en Barcelona o Madrid. Que canten al mundo pero no olviden a Cádiz, porque luego ellos te piden los pasodobles a la Viña y nuestra playa.

 

-¿Cree que el Carnaval se puede profesionalizar? ¿Que se puede convertir en un trabajo para muchos carnavaleros?

 

-Es que ya está profesionalizado, con gente que vive sólo de esto. Selu García Cossío fue el primero que descubrió el pastel y tiene su clientela. Tras el esfuerzo, veo positivo que después se aprovechen económicamente, hay que admirarlo y no esconderlo. Porque esto es riqueza para un montón de gente como artesanos, maquilladores, costureros… y hasta agentes artísticos. ¡¡¡No han salido vividores!!! hay grupos que no han cantado aún en el Falla y ya tienen 30 contratos; están explotados, y sin saber si son buenos.

 

-¿Y esa profesionalización no puede conducir a la pérdida de idiosincrasia y esencia, de gaditanismo, como usted mismo decía?

 

La habilidad está en mantener el equilibrio.Parecerá una locura, pero la agrupación que más dinero ganará es la que más huela a Cádiz. Porque la gente cuando contrata a un carnavalero, compra la gracia de Cádiz, compra un trocito de esta tierra. El que esté en esa disyuntiva de si gustará fuera o no puede perderse. Lo único que hay que preocuparse es que guste en Cádiz.

 

-Estará disfrutando con la iniciativa de los medios de comunicación que recuperar coplas antiguas…

 

-Lo estáis haciendo muy bien. Hay un choque generacional muy significativo. Los que nacieron del 200 para acá no quieren conocer lo que estuvo detrás, y la memoria se pierde muy rápidamente. Lo hemos consentido. A mí me enjuició un chaval en el jurado que tenía 23 años. Cuando saqué mi primera comparsa no tenía ni pensamiento de nacer. Por diversificar, sí, pero cualquiera no puede ser jurado. Y luego se mira a los primeros premios, que son los que marcan tendencia. Ese choque generacional hace daño a la historia del Carnaval.

 

-¿La comparsa está de moda?

 

-Sí, sobre todo las que están siempre arriba. Son las más demandadas junto a las chirigotas que dan el pelotazo. Nombras al autor y ya se le da su sitio.

 

-¿Tiene algún heredero entre los carnavaleros actuales?

 

-Sé que Tino varias veces me ha elogiado. Juan Carlos Aragón era muy admirador mío, y me quedo siempre con su frase: “Don Antonio Martín, el principio y el fin de las coplas de Cai”. Ares también lo ha dicho en sus coplas. A mí no se me caen los anillos y digo claramente que aprendí de Paco Alba, que gracias a él soy comparsista. Y a Enrique Villegas. Deben ser ellos los que han de decir si quieren ser mis herederos.

 

-¿Cómo recuerda ahora esos piques, esos enfrentamientos de la época dorada?

 

-Cuando somos jóvenes nos picamos con todo. Pero cuando maduras, se acaba esta historia. Te mosqueas por el fallo del jurado, pero no se puede criticar al compañero, porque no es culpa suya.