La cosa es complicada porque todavía no se ha inventado moneda sin dos caras. Si hay poca gente se puede escuchar con espacio, calma, pausa y placer, casi en formato privado, pero parece que falta gracia y, sobre todo, caja. Si hay mucha peña, el encanto sale despavorido y da paso a una suerte de botellón molesto y ruidoso.
La cita Amoscuchá! que naciera en 2005 en El Pópulo por iniciativa de los hosteleros de la zona y con la colaboración de LA VOZ ha pasado por todas esas etapas porque es una convocatoria consolidada por más joven que parezca. Ha tenido suficiente para pasar del anonimato a una popularidad mareante y de ahí, ojalá, de regreso a la discreción.
Eso pareció ayer, en la primera de las tres jornadas de 2013 que se dedica a los romanceros. Un gran filósofo francés dejó dicho que la virtud, que lo mejor, es un punto medio, equidistante, entre dos defectos insoportables, entre dos vicios, dos mezquindades. Habrá que buscar el epicentro ideal en este caso también. Ni el mogollón que todo los desnaturaliza, que molesta a los vecinos e impide paladear la rima cachonda, gamberra y casi susurrada, ni una incomparecencia de orejas que desanime a intérpretes, empresarios y, sobre todo, a otros espectadores. Anoche, el arranque estuvo cerca de ese lugar ideal y templado.
Había corros de 50 personas alrededor de media docena de romanceros, sobre las diez y media. Podrá parecer poco, pero a muchos les habrían entrado ganas de congelar el tiempo, de parar el reloj y cerrar las puertas imaginarias de la vetusta villa medieval. Que se quede siempre así, que no pase de aquí. El que quería escuchar, como a ‘Información Sexual al Estilo Oriental’, tenía la situación ideal.
Incluso podía disfrutar un cuplé recién sacado, humeante aún, con un hilo de fumata blanca, que hablaba de que el Papa Benedicto XVI ha renunciado «para poder estar más tiempo con sus nietos». Esas tarimas con apenas medio metro de altura, que ensalza sin alejar. En los bares, llenos suaves, sin colas, doble fila ni jibia por la mesa. Algunos afortunados compaginaban. Como en La Favorita, el bar que hace esquina en la calle Silencio. Las parejas que cenaban podían escuchar a ‘Los Nietos de Molina’ sin tener que levantarse, con la única obligación de no hacer ruido con los cubiertos, sin nadie delante. Esperaban turno ‘El Santo de Guante Blanco’ y, dos esquinas más allá, Calixto y Sergio buscan el lugar y el momento oportunos, tan tranquilamente que tienen tiempo de formar una tertulia con amigos y recordarles que quedaron primeros en el Concurso de La Viña y segundos en el Oficial del Teatro de la Tía Norica. Que les cantaron «campeones» y que les halagó pero les parece feo por la falta de respeto que supone hacia otro que estaban por cantar.
Mantienen la conversación tan espaciosamente que se animan mientras se concentran algunos curiosos que quieren escuchar. Todo es así de fácil, de suave. Todo fluye en el pequeño anillo de calles medievales, con los bares medio llenos y las calles medio vacías, la situación ideal para esperar a que vengan más romanceros, para pasar la noche entera, suavito. A los autónomos de la zona igual no les gusta tanto pero esto era para escuchar (como su propio nombre indica) y pocas ocasiones mejores.
Cuando se acerca la medianoche, las primeras chirigotas se animan a entrar y mirar, aunque es noche reservada para romanceros. En San Martín, a media luz, ya hay lleno pero sigue sin llegar a mogollón. Los romanceros esperan ordenadamente y el público se reparte el espacio con un sabio criterio, con una elegancia que salta generaciones. Ni demasiado cerca, ni que corra el aire frío.
A los impulsores de la cita ‘Amoscuchá’, a los autónomos con sus locales, incluso a este periódico puede que le guste la versión masiva del fenómeno pero los que querían disfrutar de algunas coplas a otro ritmo, con otras dimensiones, celebraron que anoche pareciera que lo de ir al Pópulo ya no esté de moda.
Fue un espejismo. Esta noche, y mañana, le toca el turno a las chirigotas que, por definición física, ocupan más espacio, atraen a más personas, apenas pueden quedar margen para el hueco, la calma, la elección, el paseo. El Pópulo volverá a estar de moda, volverá a hincharse pero, por poco rentable que resulte, cuando le baja la hinchazón se pone arrebatador. Guapísimo.