BASADO EN UN HECHO REAL, POR JUAN JOSÉ TÉLLEZ

Romanceros gaditanos, los cenicientos del Carnaval

Por  0:47 h.

 

Esto viene de antiguo, desde 1888 según la relación de José Prats que circula por internet. Sin embargo, la modalidad de romanceros sigue siendo la cenicienta del Carnaval de Cádiz, a pesar de que tengan Concurso propio, el celebrado el pasado lunes con un discutido, por supuesto, palmarés: primer premio para ‘Cuidado con lo que vais a disir que está aquí el wikilís’, actualísimo repertorio defendido por el sanluqueño Álvaro Ballén Pozo; segundo premio para ‘No me llames maricón que te araño, segunda parte’, de Francisco Sánchez Rodríguez y tercero, para ‘El auténtico Bruce Lee’, de Agustín J. Barba.

Pero se presentaron muchos más, incluso llegados de la remota Jaén -Juan Carlos Colás Gil en ‘Con la gracia de Dios’-, Málaga necesaria -‘El náufrago’ y ‘Capitán Gigoló’ de Daniel Domínguez González–, Badajoz – ‘¡Qué jarta estoy de limpiá’, de Pepa Guillén-o desde la exótica Jerez – ‘Un hijo de Zorrilla’, de Moisés García Fresno-, por no hablar de clásicos como el inigualable Salvador Fernández Miró que este año estrena ‘Salvatours, Agencia de Viajes’. Entre los gaditanos, se inscribieron en dicho certamen Pedro Pérez Rivera con ‘Los que dan la lata’, Antonio Camacho con ‘Sansón en adobo’, Fernando Álvarez Sáez-Quintanilla y ‘El siglo de oro, romancero dos punto cero’, ‘Esto no es ya lo que era’ de Jesús Cruz, ‘Los del Bosque’, de Fernando Estrella, o el inefable dúo ‘San Servando y San Germán (una historia de martirio que a más de una conducirá hasta el delirio)’, una jocosísima mirada al Carnaval gaditano desde las estatuas de los patronos de Cádiz junto a las murallas de Puerta Tierra.

Tampoco faltaron los clásicos: ‘La falsa pero cierta historia del romancero de Cádiz, según el Cuqui y el Ketama’ fue el repertorio firmado por este último, el inefable Joaquín Santos Leónes, quien también suscribió el delicioso ‘El Sexo y el Chocolate’. Procedentes a su vez de la capital, disputaron el podio Marcos Nogueroles con ‘El Divorciado (basado en hechos reales’, ‘El romancerista se las da de artista’, de Ramón Piñeiro, o el masivo romancero, casi chirigotesco, ‘Como Dios Manda, excepción femenina de la Malange Española’, de Susana Ginesta Gamaza, con un pollo en la banderola en lugar del águila imperial del franquismo. Incluso, aparte de los ganadores, hubo quien se atrevió a coger el Comes y plantarse de romancero carnavalesco desde la remota Puerto Real – ‘El fantasma de la plaza del Tío de la Tiza’, de Manuel Miranda-, o desde San Fernando, donde José Manuel Bravo ingenió un necesario tributo carnavalesco a ‘La leyenda de Bobby Farrel, el negro de Boney M’, prematuramente fallecido durante el pasado mes de diciembre, dejando huérfanas a las discotecas de los años 80.

¿Qué es un romancero y qué le diferencia a veces de un cuarteto? Es un misterio. Entre una y otra modalidad, se encuentra sin duda el dúo dinámico, que rinde homenaje callejero a Manolo y Ramón con una memorable versión gaditana de su ‘Quisiera Ser’ y un tipo sacado probablemente de las rebajas de Eutimio. Lamentable ausencia este año de Hassán, el del Cambalache, una apreciada figura entre los romanceros de Cádiz, que en los últimos años ha personificado a Humprey Bogart en Casablanca o a Barack Obama en la Casa Blanca, aunque nadie recuerde que haya pronunciado una sola frase en toda su vida artística. Aquí lo mismo caben especialistas en romanceros como Martín Ariza que todoterrenos como Agustín González ‘El Chimenea’, que también se atrevió a incurrir en esta exótica modalidad, que en gran medida sigue siendo la última de la fila.

Entre los romances, hay mucho de teatro y más de Carnaval. ¿O acaso no podemos encuadrar bajo este epígrafe a Ana López interpretando a la cuñada perfecta dentro del repertorio de su chirigota de las niñas? También hay lo suyo de artes plásticas: ¿para cuándo un homenaje a los autores de las viñetas que lucen en sus tablones y que rara vez trascienden en anonimato? Y aunque muchos no distingan entre rimas asonantes y consonantes, no caben duda de que constituyen un imprescindible Mester de Alegría.