Seguro que Julio Pardo hace un buen papel el 5 de marzo en la plaza de San Antonio, seguro, que él no es sólo grande por fuera sino también por dentro», se andará diciendo ella, convencida, intentando que los árboles no le dejen ver el bosque y evitando confundir la velocidad con el tocino. «Pero tenía el barrunto de que, este año, iba a ser yo», se lamenta mientras sintoniza la radio para escuchar la primera semifinal del Gran Teatro Falla. Que qué buen coro ?El Batallón de la Libertad?, aunque le dieran tan sólo la medalla de plata, el segundo premio en el podio del año pasado y este año espera sacarse la espina con ?Los Manitas?, su apuesta de 2011 para tratar de volver a la senda de los primeros premios.
La sobrina de Canalejas está quizá canturreando unas cantiñas, mientras probablemente intenta olvidar las promesas rotas como un papel mojado, la ojana de hace año y pico: «Esta vez, toca alguien del carnaval, que es el Selu, pero el año que viene seguro que es el tuyo», le susurraban por lo bajini, por entre los mentideros del poder.
Mira que ya se veía en el tablado de la Plaza San Antonio, cantando por fiestas eso de «mira a ver si me conoces/ le dije por Carnaval/ y cuando dieron las doce/ se me quitó el antifaz». Carnaval de niña que soñaba con las máscaras viejas bajo el mascarón de las Fiestas Típicas. Carnaval primo hermano del cante de los puertos, cree recordar que leyó en algún sitio o que se lo dijo alguno de esos señores serios que piensan y escriben. Jondo carnaval de buscarse la vida antiguamente y el pregón, más que un premio Nobel para quienes lo ansían.
Al menos, le queda el buen sabor de boca de aquel primer pasodoble que le dedicaron los de Estraperlo, la comparsa de Barbate. La reina del tanguillo, el compás y el soniquete, la coronaron los chavales. Y ya se le ha pasado, seguramente, el recuerdo de los malos rotos de hace unos meses, cuando Radio Macuto retransmitía los nombres que se barajaban para pregonar los carnavales y no estaba el suyo.
Que si El Barrio, qué buen muchacho y mejor artista, a pesar del calor que tiene que pasar con la mascota siempre puesta; que si Manuel Carrasco, qué mono y qué voz de dulce; que si Merche, que está en la cumbre de la canción y bien que se lo merece la chiquilla. Todos de Cádiz, como ella. Todos de Cádiz, como Julio. Pero ella no, ella tampoco esta vez; ella tampoco este año.
Y qué más da, se dirá seguro. Que tiene cuerda para rato, que hay más días que ollas y que no estaba de Dios que esta vez la nombraran; lo que tampoco hubiera sido una mala ocurrencia y así celebrar por otra parte, en la ciudad de los dos cantes que dibujara Javier Osuna, lo del patrimonio de la humanidad que le han dado al flamenco en el país de los safaris.
A Mariana Cornejo Sánchez, aunque quizá ni ella misma lo sepa, no hace falta que nadie la nombre pregonera del Carnaval de Cádiz: el viento le sirve de postulante a sus coplas que no tienen forma de cuplé sino de chufillas de Alberti y mirabrás o torrijos del siglo XIX, de tanguillo de Chano y de bulerías de La Perla, de villancicos con olor a pestiños y de calles que saben a ostiones y a erizos.
Ella lleva toda una vida cantando por alegrías el eterno popurrit de la ciudad de ama. Y no hizo falta que nadie la nombrase para hacerlo.