
Seguro que los grandes medios de comunicación no se hacen eco de la noticia, pero les puedo jurar y juro que hay crisis en el Gobierno vasco: verán que el periodista gaditano Antonio Hernández Rodicio, a la sazón director de El Correo de Andalucía, acaba de ser nombrado director de informativos de la Cadena Ser a escala estatal –enhorabuena–. Un cometido que probablemente le dificulte a la hora de disfrutar este año de los carnavales de Cádiz, pero que le impedirá totalmente incorporarse a sus habituales funciones en la chirigota ilegal de la que forma parte y que el año pasado se hicieron llamar Los Michelines, en homenaje a la guía del mismo nombre. En esta ocasión, la agrupación llevará el nombre de ‘El lehendakadi y su Ensancha esquina a Sagasti’. El euskera se colará en los ambientes carnavalescos, y no es la primera vez, que hemos tenido mucho santurce, chapela y otras tradiciones euskeras dentro y fuera del Falla.
Sin ir más lejos, el año pasado, los picoletos detuvieron en Medina a un menda que iba disfrazado de etarra, con un cerdito que llevaba carnet de Arnaldo Otegi, varias imágenes que parodiaban a Iñaki de Juana Chaos, una pancarta con aires de pene y una ikurriña con los colores de la bandera gay.
Al Carnaval gaditano lo de los vascos no le ha molado mucho, pero contra ETA han corrido ríos de tinta. Y es que el federalismo no ha prendido en el espíritu de nuestros autores. Habrá que recordar a ‘El Brujo’ de Antonio Martínez Ares que, en 1995, denunciaba los «grilletes para las lenguas de vascos y catalanes». ¿Qué diría, si volviera a salir, de las traducciones simultáneas del Senado? El malogrado Quintín Cabrera solía cantar una cuarteta del carnaval uruguayo que decía: «Yo sos del culto católico, vos sos del culto judío, si yo no te toco el culto, ¿pa qué me tocas el mío?». Aquí nos metemos lo que haga falta con los usos y costumbres de otras comunidades, pero que no se les ocurra meterse con la nuestra: le llovió poco a la otrora parlamentaria catalana del PP, Montserrat Nebrera, por meterse con el acento andaluz de la entonces ministra Magdalena Álvarez. «Ya no es por criticar, pero no hay ningún catalán que destaque por su gracia…», sentenciaba estadísticamente el ‘Salón de Belleza Tijeritas’ ante la llegada a la peluquería de un grupo de castellets de esos que ahora son patrimonio inmaterial de la humanidad. Lo curioso es que la familia de la señora Nebrera provenía de Córdoba.
Lo nuestro, desde luego, no es el estado de las autonomías: «Esto es la ONU en chiquito» cantan ahora ‘Los diestros muuu diestros’. Del mapa autonómico español, sólo suelen salvarse en nuestros cancioneros los montañeses, por aquello de la amplia extracción cántabra del comercio gaditano, y los maños. Recuerden, por ejemplo, aquella ‘Nobleza baturra’ con que Los Majaras de El Puerto lograron el segundo premio provincial en el concurso de comparsas de 1974. Eran muy aficionados ellos a la interculturalidad: no en balde, por aquellos tiempos, también sacaron ‘Los apaches de París’ y ‘Los hindúes’. En todos sitios cuecen habas, vienen a contarnos las chirigóticas en uno de sus numeritos en los que nos invitan a una excursión por todas las Españas y parte del extranjero de la mano de una emigranta gaditana que lo mismo va de Londres a las areneras de Castellón que a Canarias o Madrid, para terminar recordando que tratamos tan mal a los inmigrantes como otros nos maltratan cuando somos los andaluces quienes emigramos. Pero esa es otra historia. Y otro repertorio.