Simpática presentación la de estos jóvenes comparsistas que parece que llegan por primera vez al teatro, cuando en realidad llevan un cuarto de siglo acudiendo a él cada año. Con un tipo muy marinero, estos jóvenes se presentan al concurso y cuentan su tarea de enseñar Cádiz a los turistas. En el primer pasodoble dicen sentirse como chiquillos cada vez que cantan en el teatro. Muy aplaudido. El segundo habla del divorcio de una pareja, cantado desde la visión del hijo de la pareja, que sufre porque quiere a sus dos progenitores. Bien tocado el tema, que no es fácil de abordar. Los cuplés han sido la mejor tanda de lo que se ha oído en lo que va de concurso. El primero sobre la señora que plantaba marihuana en su casa y dijo al llegar la policía que era para dar de comer a los pájaros. El segundo, sobre la subida del pan y de una panedería en la que sólo había pan rallado, por lo que ellos lo piden para hacerse un puzzle y montar un manolete.
El popurrí resulta simpático y arranca risas, pero no termina de gustar. Se hace un tanto extraño tanto tema acomparsado en su particular ruta turística por la capital gaditana. Gran ovación al final de la actuación de una chirigota por la que ha merecido la pena esperar hasta el final de la sesión. Habrá que ver si mantienen el nivel de cuplés, porque de ser así tienen mucho ganado.