Como
se diría en la calle Bendición de Dio el chino me la había metío doblá.
Me quedé qué no sabía muy bien que hacer. Toda mi sólida educación
humanístico cristiana se había ido…bueno no me voy a poner a la
altura del oriental. Yo, que había reservado mesa en el chino de La
Avenida para darle de almorzar, que me había visto todos los capítulos
de Humor Amarillo para tener tema de conversación y que me había puesto
de polítono en el móvil la canción de Mikimoto viaja en amoto, estaba
más en fuera de juego que Joni Sesma.
Pero ahí
no quedó la cosa. Quiero conocer a Manolo Camacho. Fue lo segundo que
dijo el chino. Comprendí que Li no era de perder tiempo, no podría ser
recogepelota en el Carranza. Lo subí al estudio de Punto Radio y le
dije…mira, es ese muchacho con la coleta muy desarrollada. Manolo,
mira aquí el chino Li. Li, mira aquí Manolo…El oriental no esperó a
que terminara la frase: «¿qué pasa, pisha?. Yo te escucho las
transmisiones del concurso desde la Muralla China e incluso te he
mandado algún mensaje al foro lo que pasa es que mientras que recorre
la muralla a lo mejor te llega para semifinales, ji,ji, ji,». El chino,
mira el chino, pensé para mis adentros. Este le quita el puesto al
Batidora haciendo chistes.
Dos horas y cuarto
se llevó hablando con Manolo Camacho. Aproveché que el chino necesitaba
descargar el humor amarillo para preguntarle a Manolo. ¿Qué? Yo creo
que es la reencarnación del Batato, pero al wang tun, me contestó.
«Caracroqueta
con gafa» llévame al hotel, me dijo el chino que ya había cogido
conmigo confianza. Li tenía a su chirigota concentrada en el Hotel
Playa Victoria y lo de concentrada es la calificación más
acertada…porque había metío a los 15, incluido el bombo, en una misma
habitación. Había un chino que tenía que dormí enroscao en la bombilla
de la lú de la mesita noche. «A ese le decimo el pijota» decía el
hijolagran “y a ese el burbujita porque se acuesta en el lavabo y como
ronca le ponemo el jabón en la boca pa que no moleste”.
Li,
que tenía el rostro además de amarillo más duro que el firme de la
autovía Jerez-Los Barrios a su paso por Alcalá, había mandado a la
chirigota a hacer Tai chi a la playa de la Victoria. Tai chi, no sé,
pero tai arrecio, seguro, les dijo Li en otra gracia para mandarlo a
recorrer la muralla china haciendo el pino. Y mientras la chirigota
hacía el mandarín en la playa Li se ponía hasta arriba de bollitos de
leche y colacao, tu fiel amigo, en el bufet libre del hotel.
Li
era letrista, músico y representante legal de «los tapajuntas de la
gran muralla» la primera chirigota china de la historia de la
humanidad. Tras llevar 8 años ensayando en la peña socio cultural «Nos
une el amarilllo» este año habían decidido venir a hacer prácticas a
Cádiz con el objetivo de participar en el concurso en el año 2008 en el
que se conmemora, por cierto, el 150 aniversario de que se le echaran
gambas al arró tres delicias.
«Mira, Pekín y
Cádi son casi lo mismo. Al fin y al cabo la muralla china es como el
camino al Castillo de San Sebastián pero en exagerao. Nosotros allí
teníamos a Mao Se Tun y ustedes os falta el Mao Se, pero de atún
encobollao estai sobrao. ¿Te gusta el cuplé? Oé, po riete, que tiene la
cara de un besapié del Medinaceli. Me dijo el chino. Ya lo único que me
faltaba es que supiera hacé papas aliñás.
Por
la tarde me pidió que lo llevara a la ferretería de la calle Enrique
Las Marinas. Quería comprarle a la chirigota 15 palaustres porque los
iba a coger con cinta aislante a los pitos «y no vea vamos a hacer la
entradilla a los cuplés a guiro y a gong apalaustrado, un pelotazo,
caracroqueta».
Pero no era la última sorpresa
que me daría el chino Li en aquella arrecía tarde de febrero. Al salir
de la ferretería se nos cruzó una morena de lo menos 50 años, pero que
se ve que Procasa le había hecho una bajada de fachada y la muchacha
estaba perfectamente restaurada. El chino Li, emulando a su primo
Bruce, se puso en posición de karateka y con el palaustre en la mano le
dijo a la morena que allí mismo le cogía cuatro desconchaos. Yo me fui
pa Las Palomas a quitarme las penas con dos bolas de ensaladilla. El
chino era el perfecto chirigotero…era hasta sátiro.