La vida de San Juan Bombista no se encuentra en las
fuentes habituales, las de ensaladilla son las mejores. Hemos de
recurrir a un tratado ruso del siglo XVI escrito por Vladimir Colocanos
y que no lo entiende ni su puñetera madre (Ludmila Colocanosoba). El
ruso escribió 24 tomos sobre la vida del bombista por lo que
comprenderán que recoge hasta los días que se cortaba las uñas de los
pies.
Este santo, cuya inclusión como patrono de las
chirigotas está estudiando ahora el Patronato del Carnaval, nació en
Jesavé, provincia de Josuá (Bajo Nilo presorpeico). Se dice que este
virtuoso del bombo era hijo de la faraona egipcia Neferchichi, prima
hermana de Nefertiti, de la que heredó la costumbre de bañarse sin
jabón. Así Neferchichi se daba baños diarios en manteca colorá que se
hacía traer por esclavos nubios desde la misteriosa población atlántica
de Chiclanaskaya (luego le quitaron la skaya). Neferchichi que era más
tonta que una barby mesopotámica dijo que no se quería quedar con el
niño porque estaba tiznaíto por lo que lo abandonó en la Nacional IV.
Pero cual fue la suerte del santo que fue recogido por un vendedor
ambulante de instrumentos de percusión y viento, que al ver al tierno
infante abandonado sobre el asfalto lo recogió y se lo llevó a su casa
donde lo cuidó, mimó y le dio cientos de platos de lentejas con babeta.
El santo virtuoso del bombo aprendió pronto y a los
siete añitos ya era bombista del Jesavé Bomboncitos Cuartet y a los
doce, recién hecha la Primera Comunión, que la hizo tarde, comunicó a
su padre que quería recorrer el mundo con un tambor. Hijo vete a dar
por culo a otro sitio, le dijo su progenitor que estaba hasta la misma
flauta travesera del niño que se quedaba hasta las tantas tocando por
la banda de los Polillas y tenía en jaque a la guardia pretoriana.
Comienza así la historia de San Juan que se fue de
casa apenas con unos tenis de Adidas y un chandal que le compró el
padre en Soriano. A ritmo de tambor recorría nacionales y carreteras
comarcales y daba conciertos en las gasolineras (ya dirán los listos
que como iba a haber gasolineras en la epoca de Nefertiti…po a joerse
que no se me ocurre otra cosa).
Al tercer día y tras un fracasado concierto en bombo
mayor, el adolescente santo sintió hambre y como no tenía ni un
bollycao que llevarse a la boca, tocó un redoble pero cual fue su
sorpresa cuando al tercer toque vió como del tambor brotaban granos de
arroz, pero ya guisados en amarillo. Más siguió tocando y el arró lo
fue rodeando. Fruto de la emoción le dio al tambor de otra manera y
comprobó como en vez de arroz salían del tambor trozos de pollo sin
hueso, chicharitos de la huerta de Conil y pimientitos coloraos en
tiritas. Alabado sea el señor…dijo el niño…bueno más que alabado,
almorzado, se corrigió a si mismo. Más tomó el arroz con pollo y
comprobó que estaba en su punto de sal y comió hasta catorce cucharás y
se las acompañó de unas aguas de botijo que le dio el de la gasolinera.
El pequeño agradecidó le dijo «Tú también tomarás mi arroz, y
poniéndose de rodillas el gasolinero tomó arroz, y tomó pollo, los
pimientos no que los repetía, y pronunció las palabras que harían al
santo famoso: Almorzado sea el señor.
Bladimir Colocanos atribuye a San Juan Bombista la
creación del arró con pollo, pero aquí los historiadores no se ponen
deacuerdo, por lo que no daremos el tema como seguro.
Lo cierto es que San Juan, como volvió a sentir
hambre al día siguiente, repitió la operación y de su bombo volvió a
brotar el arró con pollo. Al ver concierto tan brillante se acercaron
hasta él unas mujeres que habían ido al río a lavar toallas y éstas, a
su vez, llamaron a otras mujeres que habían ido a lavar sábanas y
estas, a su vez, llamaron a otras mujeres que habían ido a lavar unos
yersis. Con qué el bombista se vio rodeado de mujeres y de un gran
pestazo a suavizante. Las mujeres, ya almorzadas, acudieron al pueblo y
contaron la buena nueva a sus vecinos. Al día siguiente el bombista
entró en la población rural al compás de Cádiz Cofrade y a petición del
público que se congregó en la plaza produjo arró con pollo para todo el
pueblo. «Ahora con gamba, Juan, ahora con gamba» gritó un lugareño
desde una ventana, pero Juan sentenció «Yo aplaco el hambre. Las gambas
perdirselas a San Romerijo que todavía no ha nacido».
El santo recorría pueblos a diario dando de almorzar
hasta que un día convocó a 500.000 personas para darle arró con pollo.
Más le dijeron que si lo hacía saldría en el libro Ginés de los
Records. Más ese día salió arró, pero en blanco. Dios habló desde el
cielo: «Eso te pasa por gilipollas».