Qué tendrá la calle. Dicen las lenguas de ahora, que en Cádiz hace doscientos años, entre otras muchas cosas, se inventó la calle. Al menos que se empezó con buen tino, a usar para otros menesteres que para ir de un sitio a otro y de aquí para allá. Por primera vez salieron a la calle y se dieron en la calle, reuniones, tertulias, opiniones, discusiones y demás situaciones que han ido poco a poco configurando la atractiva magia oculta de esta ciudad.
Lo comprobamos en nuestras carnes, cuando el forastero nos pregunta que se puede hacer en carnaval, en qué consiste la diversión, donde ir. Como mínima respuesta nos paramos a pensar intentando adivinar las pretensiones y los gustos del extraño, para invariablemente decir lo mismo de siempre que nunca se entiende por el ajeno visitante: «lo mejor está en la calle, sumérgete y déjate llevar».
Cumplir nuestra sentencia, exige un acto de fe considerable, parece un mensaje del más allá chirigotero, una adivinanza bíblica caletear… es una verdad contenida en las entrelíneas de las leyes de la guasa de cadi cadi.
Al igual que consideramos como gran monumento disfrutable admirable y auténtico, la propia ciudad, unida eternamente a sus habitantes y siempre viva, también el carnaval, está precisamente ahí mismo, sin grandes espectáculos, siempre activo y como afirmo, unido a sus habitantes, quienes consiguen convertir en protagonistas a todo aquél que pueda ver la calle, a quien sepa que la calle es para compartir ideas, para que te canten al oído, para reírte de la vida con la vida que por una vez sin que se note, pasa lentamente.
El secreto está en la calle, la fiesta en comprenderla viva, la diversión en vivirla, y el verdadero acierto en volver. Siempre volver a la calle.