La alcaldesa de Cádiz ha tenido la rutilante idea de diseñar un Paseo de la Fama entorno al Falla al más puro estilo hollywoodiense, alimentando así el fuego de la hoguera de las vanidades carnavalescas. El problema estriba a la hora de imprimir en el cemento las huellas de nuestros ilustres antepasados carnavaleros, como paso previo a la colocación de la estrella, a menos que un juez autorice la oportuna exhumación para tan emotivo acto.
La polémica está servida con la elección de los autores contemporáneos de nuestra fiesta grande. Ya imagino en la noche de los cuchillos largos a los coristas que no pasan a la final descargando su ira contra las dos estrellas que tendrán que ponerle a Julio Pardo; o la estrella de Bienvenido, ajada por capas de carmín depositado por su legión de admiradoras; o la de Quiñones, fácilmente reconocible por estar rodeada de esquelas.
Además del incordio que supone tener la plaza Fragela levantada cada tres por cuatro para reponer las losas «desaparecidas» y halladas dando la bienvenida, como felpudo, en la entrada de cualquier chalet de Chiclana.