ACUARTETADO

Una careta menos

Por  8:10 h.

Todavía no empezó y ya había dado dos alegrías el Carnaval. Ambas parecidas: nombramientos directos, preferencias simbólicas. Primero fue el pregonero, uno de los inventores de canciones en Español más grandes de las últimas décadas según mi gusto cutre, iletrado y sucio. Por cuna, amigos y casualidades desarrolló curiosidad. El resto, además de talento célebre, es amor por esta tradición. A cambio de nada. No necesita. La satisfacción segunda salió de nombrar ?Diosa? Momo a Ana López Segovia. Voluntariamente o no es pionera (junto a otras) de la participación de la mujer en las ilegales. Con 20 años de perspectiva, es quizás el único apartado de la fiesta donde tiene un mayor papel real, independiente y activo, casi de igual a igual. En el resto de ?partes?, aún sufre ostracismo, es rareza o interpreta al florero.

Cabe prever que con estos méritos, con trayectorias tales que ni premios esperan, esta alegría debiera ser generalizada. Pero no. Sus nombramientos han servido para quitarle otra careta al Carnaval, la de la presunta fraternidad entre los aficionados al Falla y a la calle. Aunque se sospechaba hace años, hay dos grupos que han quedado claramente retratados con estas designaciones. El primero es el de los adeptos o adictos, ultras o radicales, al Concurso, los que reparten carnés de gaditas, que van de expertos en nada ?una diversión es una nadería muy seria?. Catetos que dan certificados de amor a Cádiz como si hubiera mérito a la hora de nacer. Artesanos e intérpretes locales con ínfulas ridículas, que confunden habilidad y disfrute con talento y arte, dados a la soberbia, la vanidad, la competición y la intriga por esta cohorte de fans aún más chungos que los del pop. En su necia necesidad de rajar, desprecian a los callejeros, a toda la calle, por intelectualoide, gafapasta, pedante y elitista.

En este segundo grupo, en el de la gente que prefiere la relajación, la tradición del ingenio anónimo, sin reglas, números ni competencia absurda están las ilegales y con ellas asocian a los dos elegidos, que corren burro. Él y ella representan a los últimos y fastidian a los primeros. Esa es mi doble alegría. El reconocimiento y el corte de mangas.