Hace sólo cinco días que empezó el concurso de coplas más famoso del mundo (porque en algo tenemos que ser los mejores), y desde el minuto uno ya había tema del día en la barra del ambigú, en los foros, redes sociales y periódicos. Lo curioso es que lo más destacado no es una agrupación en concreto, ni una letra polémica, ni un tipo en cuestión (salvo la pequeña tangana con el Canijo), lo más llamativo por ahora parece que está siendo el presentador estrella de Onda Cádiz, Agustín Bravo. Lo están consiguiendo, y a las nueve de la noche estamos todos en el sofá esperando a que el individuo abra la boca y se equivoque. No voy a entrar en si merece o no estar ahí, o en si, consciente de sus raquíticos conocimientos, debió aceptar o no, pero una cosa es que haya guasa, y otra es que se convierta en el asunto central. En cualquier caso, es de justicia agradecerle lo que está aportando a la edición, porque es el único que está poniendo algo de sal a un concurso que resulta mucho más plano que otros años, salvo contadas excepciones.
Otra cosa que lamento es la imagen tan nefasta que dan algunas personas desde el ático del Falla. Es cierto que la comparsa de El Arahal no era para romperse la camisa, pero de ahí a que haya que cachondearse literalmente de la agrupación… Ésa es la impresión que recibí como espectadora. Yo también soy gaditana, me gusta el Carnaval, pero me duele horrores que mis vecinos puedan llegar a ser tan chovinistas. Si el Carnaval nos representara en un partido político estoy segura de que seríamos más separatistas que los que abertzales y Esquerra juntos. Afortunadamente, el Carnaval está por encima de todo, y me siento orgullosa de pertenecer a la única ciudad de España que se atreve a levantar la voz, al menos un mes al año.