OPINIÓN

EL SÍNDROME DE ESTOCOLMO

Por  3:15 h.

 

Se fueron las preliminares y con ellas el síndrome de Estocolmo padecido con Agustín Bravo, vulgo, lo que gusta en Cádiz la novelería, personaje que ha pasado por todas las etapas del fariseísmo carnavalesco: condena generalizada inicial, ninguneo, aceptación moderada y, por último, integración al cachondeati güeni. Blanco de cuplés a la yugular desde el cariño, el presentador ha encajado los golpes con la bonhomía y naturalidad del que oye llover y no se moja, soportando en directo las simpáticas maldades de los invitados al palco de onda Cádiz. Hombre, tantos años al lado de Carmen Sevilla o agarrando la palanca le dan las tablas suficientes como para transitar con bastante ‘savoir faire’ por la retransmisión de las sesiones, a pesar de su lógica ignorancia. Ande yo caliente.

Con los cuartos desembarcó Canal Sur y sus primeros espadas, mejorando la calidad y el sonido de la retransmisión aunque, la verdad, un puntito chungo eso de poner un resumen con los pelotazos anteriores de las agrupaciones que van a cantar. Cualquier comparación es odiosa (y en carnavales odiosa o ninfa) pero flaco favor les hacen pues, por lo visto y oído, ninguna supera éxitos pretéritos. Conviene no caer en la melancolía de la memoria y recordar que cualquier tiempo pasado fue anterior, que el presente es un bonito regalo y que el futuro es el sitio donde vamos a pasar el resto de nuestros días con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide. Teniendo en cuenta la igualdad a la baja imperante en todas las modalidades, la lucha en semifinales por hacerse un hueco entre las elegidas para la gloria se antoja encarnizada aunque ya todo el mundo sabe que a la final van los de siempre: el Barça, el Athletic y Juan Carlos, el italiano.

Por cierto, hablando del italiano, a mí con Giovanni Carlo me pasa lo que con Antoni Tàpies, que no dudo de que sea un genio pero no lo entiendo. ¿Será que seré mongolo? ¿Qué será, será? Chi lo sa?