En el teatro del «porque yolovalgo» está comprobado que la gente aplaude lo que sea, sin criterio. Da lo mismo que se cante de Urdangarín, de la justicia, de su tía Encarni o de la papas en amarillo. Total, ya que estamos aquí, aplaudimos. Un público la mar de agradecido. Y eso que este año, el concurso es malo, pero malo. Chunga debe estar la cosa cuando lo más notable de estas eternas preliminares está, sin duda, en el palco de Ondacádiz. En el estilismo de Mayte Huguet -¿quién la viste y quién la peina, por Dios?- y en el papelón de «nomenterodená» de Agustín Bravo. Chunga debe de estar la cosa cuando lo mejor del concurso son los invitados al palco 13 que se sienten en la obligación de explicarle al primo lejano que viene de fuera qué es un cuarteto, qué un tipo, qué una agrupación puntera, qué no es un coro -por mucho que le guste Luis Rivero al primo-, y sonríen malévolamente cuando él abre la boca y dice cosas como ¡Qué sorpresa tan agradable! ¡Qué maravilla! ¡Cómo utilizan la música de Paul Anka! y lo miran así, de reojo, como diciendo «noabralabocapichaqueyosémásquetú» y le hablan a gritos como si fuera un Erasmus y mueven la cabeza señalándolo así como diciendo «yelnotaestededondehasalío».
Chunga está la cosa cuando la única diversión del concurso es la de meterse con un nota que nos mira como si fuéramos marcianos y que con cada gesto displicente se echa mano al bolsillo y dirá -con toda la razón- dame pan, y dime tonto. A ver quién ríe el último.