Recuerdo que siendo adolescente casi me cargo el vídeo de mi casa rebobinando una y otra vez la cinta en la que tenía grabada la Final del año 1997. Fue un gran año de Carnaval, pero a mí se me quedó grabada en la retina y en la mente una agrupación, la chirigota de los Carapapa. Aquella Blancanieves y sus siete enanitos que hacían tipo a a golpe de caja y bombo conquistaron al público a base de sencillez.
Desde entonces juré fidelidad a ese grupo que con los años ha ido cambiando tanto. Sus componentes y su filosofía tienen poco que ver con los de sus comienzos, mucho antes incluso de que llegaran los enanos. Quizá por eso hay cosas que no entiendo. Desde que los Márquez Mateo se pasaron a la comparsa se han especializado en la crítica feroz a todo lo que huele a Carnaval. Este año son ‘Los duendes coloraos’, pero antes fueron los dioses Momo, los miembros de la secta o lo muñecos.
Está claro que el Carnaval es crítica, denuncia, como alguno dijo, periodismo cantado, pero todo tiene un límite. Sigo muriendo con ellos, pero personalmente estoy cansado de escuchar que todo es poco menos que una mierda: la fiesta en la calle, el Concurso, la presentación del Carnaval en Madrid… Si los Márquez Mateo tienen tan claro que todo esto es una mafia y que abundan los concejales corruptos, los jurados comprados y los autores vendidos, que de una vez sean claros y denuncien a quien tengan que denunciar. Si no, mientras sigan pasando por el aro, compitiendo por un premio y firmando contratos, los carapapistas agradeceríamos que resucite el espíritu de Blancanieves.