El maestro liendre

A callar

Se puede hablar de todo. Menos de lo que no se debe.

Por  10:29 h.

Se puede hablar de todo. Menos de lo que no se debe. Al topicazo infame y gastado de la fiesta de la libertad le sigue otro, enchampelado: puedes decirlo todo menos decir nada de los que cantan, de todos a la vez. Si esto tenía un sentido era cagarse en la norma. Si la autocensura se ha convertido en otra, habrá de convertirla en nuevo trono.

Ahora que no están los del Falla, ahora que se han ido y están distraídos es momento para decir algunas cosas que no se debe. Cada cual tendrá las suyas y que se atenga a las consecuencias. Aquí van las mías: el pregón no le importa a nadie. Y este año, menos. Nadie se acuerda ya de las ninfas pero el machismo va a resultar algo más difícil de combatir. Tiene que ver con la casa y la familia de cada uno, con la tribu. Queda un mundo. Como con el botellón. Señalar a los que beben en la calle con 20 años es puritano. Si los que apuntan son adultos de discutibles hábitos –digamos– alimenticios y frágil memoria –somos casi todos– resulta hipócrita. Antonio Martín es el mayor mito vivo de la comparsa, con una trayectoria impresionante, enorme y memorable. Yo también me enganché a ‘Agua clara’, yo también fui martinista una vez. Pero eso no me impide pensar que, además de crear 15 ó 20 comparsas inmortales, contribuyó con entusiasmo al peor ambiente competitivo del Concurso, que llegó y se fue criticando a compañeros o que inventó eso de mencionarse en las letras, de ponerle su apellido (se atrevió a jugar con la palabra ‘genio’) a su agrupación, que llegó a presentar fichajes de tenores en actos públicos.

Como el pregonero, tiene derecho a soñar con aplausos –los ha ganado por millones– pero no a exigirlos ni provocarlos. Ya sé, todo artista necesita una dosis de arrogancia o no podría. Digo que importan los cuplés, el tango, la risa y quién los haga me da igual, van y vienen. Hasta los grandes están de paso. El Carnaval, no. Que las agrupaciones que halagan a un político o evitan criticar (a los de ahora, a los de antes) resultan decepcionantes, nos traicionan (las de ahora, las de antes). Que en comparsas hay mucha igualdad sin variedad. Todas son alambicadas, incomprensibles, irreproducibles. Por mucho que haya seis con nivel para ganar, me pierdo. En chirigotas, ni eso. Escuché el primer día a los de La Rinconada y me divertí. Cuando, a las tres semanas, escuché que estaban en la Final pensé «así habrá sido el año». No es el primero. Estoy harto de que haya dos coros, o uno y medio. De que haya un cuarteto, o medio. Pero todo esto es mejor no decirlo. No se puede. No se debe.

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